Nada soy,
sino un simple motivo.
Un mero transmisor, un mensajero
que entrega su testigo y se relaja,
y al que la vida
con escasos momentos de placer
su esfuerzo paga.
Bajo mis manos a sus muslos blancos,
palpo su sexo, terciopelo oscuro,
y en la fuente rosa de mis ilusiones
degusta mi lengua
la sazón tremenda
del licor más puro.
Ebrio ya de esta olímpica ambrosía,
me introduzco en su cuerpo lentamente,
y allí, en cósmico arrebato,
al carnoso señuelo entrelazado
me siento un dios,
me siento fuerte,
imprescindible,
amado.
Un dios omnipotente
que, en nieve jabonosa se derrite
para tornarse
en nada
nuevamente.
Recaredo
Última edición por Recaredo el Vie Oct 15, 2010 1:27 pm, editado 1 vez
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