Remembranza de miel
Alas, hojas, fuego enceguecido,
todo dejó al partir su indumentaria,
un perfume la estrella del árbol del otoño,
un rastro cada beso en las arterias de tu alma
y un silbido después de los silencios de la muerte,
que desde el tren de aquel adiós aún nos llama palpitante.
Era el ocaso de un amor iluminado,
el tiempo de partir después de eterna hazaña,
de atar al corazón dos barcas sin orilla,
de alzar en la ciudad un estandarte sin jirones.
Tuvo tu piel más importancia que la guerra,
más peso que el dolor, más eminencia que las gracias,
y anduve amado en ti y amándote al cobijo
de tierras ancestrales pero de frutos venideros,
de extrañas alegrías que el hombre no conoce,
de ventas de disfraces en hallazgos de lo cierto.
Medito sin tu amor en la bondad de tanta entrega,
en el país de la dulzura cuyas flores aún aliento,
en la emoción de la pasión como una copa que se llena,
se sacia y más se llena, se vacía y sigue pura.
Anhelo tu heredad de cielo prometido,
tus llaves de papel goteando tinta roja
sobre el portón del tiempo que se abrió con tantas galas,
que se cerró por fin apenas como un largo libro.
Deseo todo el bien que creí sería nuestro,
lo pido para ti en la soledad de un rey humilde,
cuya corona te llevaste junto al reino de mis días,
cuyo poder sólo es ahora la majestad de tu recuerdo.
05 07 10
Alas, hojas, fuego enceguecido,
todo dejó al partir su indumentaria,
un perfume la estrella del árbol del otoño,
un rastro cada beso en las arterias de tu alma
y un silbido después de los silencios de la muerte,
que desde el tren de aquel adiós aún nos llama palpitante.
Era el ocaso de un amor iluminado,
el tiempo de partir después de eterna hazaña,
de atar al corazón dos barcas sin orilla,
de alzar en la ciudad un estandarte sin jirones.
Tuvo tu piel más importancia que la guerra,
más peso que el dolor, más eminencia que las gracias,
y anduve amado en ti y amándote al cobijo
de tierras ancestrales pero de frutos venideros,
de extrañas alegrías que el hombre no conoce,
de ventas de disfraces en hallazgos de lo cierto.
Medito sin tu amor en la bondad de tanta entrega,
en el país de la dulzura cuyas flores aún aliento,
en la emoción de la pasión como una copa que se llena,
se sacia y más se llena, se vacía y sigue pura.
Anhelo tu heredad de cielo prometido,
tus llaves de papel goteando tinta roja
sobre el portón del tiempo que se abrió con tantas galas,
que se cerró por fin apenas como un largo libro.
Deseo todo el bien que creí sería nuestro,
lo pido para ti en la soledad de un rey humilde,
cuya corona te llevaste junto al reino de mis días,
cuyo poder sólo es ahora la majestad de tu recuerdo.
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