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por Recaredo Sáb Ago 28, 2010 5:49 am[b]
Yo creo que te preocupas demasiado
por tu aspecto exterior, últimamente,
y pensando en el "qué dirá la gente"
a otras cosas más nobles das de lado;
y, en vez de disfrutar las vacaciones
tomando alegre el sol en esta playa,
tú te cubres con dos vueltas de toalla,
un sin fin arguyendo de razones.
Dices: que te ves ancha de caderas,
que si los senos tienes muy caídos,
que si el cuello arrugado, que si ojeras,
y no sé que otras cosas sin sentido.
¡Olvídate mujer! De tus manías,
y tengamos en paz las vacaciones;
que unos kilos demás no son razones
para que pienses esas tonterías.
Túmbate junto a mí sobre la arena,
sin complejos absurdos ni sandeces,
que, a muchas anoréxicas sirenas
yo prefiero mujer, tus redondeces.
No tengas menosprecio a tu figura;
que ya quisieran otras... tu palmito...
Pues, nada hay en el mundo tan bonito
como tu cuerpo de mujer madura.
Y, si algo te afea, tú en este caso,
con orgullo por eso alza tu frente,
y dí a quienes miren tu regazo:
Son huellas que dejaron a su paso
los hijos que salieron de mí vientre.
Así... ¡Que no me cojas más manías!
Y túmbate conmigo aquí en la arena,
gozando el descanso de estos días
y escuchando las olas como suenan.
Deja que el padre sol, a borbotones,
en tu cuerpo de lánguida sirena
impregne con su bronce los rincones
que ahora lucen un blanco de azucena;
pues, el bronce al sol robado por tu piel
cuando el astro reluce en sus alturas
aviva de tu cuerpo la hermosura,
y en mis ojos, mirándote, el placer.
Recaredo.
por tu aspecto exterior, últimamente,
y pensando en el "qué dirá la gente"
a otras cosas más nobles das de lado;
y, en vez de disfrutar las vacaciones
tomando alegre el sol en esta playa,
tú te cubres con dos vueltas de toalla,
un sin fin arguyendo de razones.
Dices: que te ves ancha de caderas,
que si los senos tienes muy caídos,
que si el cuello arrugado, que si ojeras,
y no sé que otras cosas sin sentido.
¡Olvídate mujer! De tus manías,
y tengamos en paz las vacaciones;
que unos kilos demás no son razones
para que pienses esas tonterías.
Túmbate junto a mí sobre la arena,
sin complejos absurdos ni sandeces,
que, a muchas anoréxicas sirenas
yo prefiero mujer, tus redondeces.
No tengas menosprecio a tu figura;
que ya quisieran otras... tu palmito...
Pues, nada hay en el mundo tan bonito
como tu cuerpo de mujer madura.
Y, si algo te afea, tú en este caso,
con orgullo por eso alza tu frente,
y dí a quienes miren tu regazo:
Son huellas que dejaron a su paso
los hijos que salieron de mí vientre.
Así... ¡Que no me cojas más manías!
Y túmbate conmigo aquí en la arena,
gozando el descanso de estos días
y escuchando las olas como suenan.
Deja que el padre sol, a borbotones,
en tu cuerpo de lánguida sirena
impregne con su bronce los rincones
que ahora lucen un blanco de azucena;
pues, el bronce al sol robado por tu piel
cuando el astro reluce en sus alturas
aviva de tu cuerpo la hermosura,
y en mis ojos, mirándote, el placer.
Recaredo.
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