Las noches me atrapan con el frio y un sueño me despierta como si fuera una sirena de ambulancia.
Sueño que estoy en el parque, una primavera que florece en las calles de Salta, me siento más feliz, más tranquilo, como si la paz está envuelta en un papel de fuego y nos ilumina con su verdad. Pero de repente, me aparece las manos llena de sangre, veo lágrimas en mi rostro y siento pesado el alma. Miro a mi alrededor y veo que la cuidad esta en llamas, el dolor se ve corriendo y apoderándose de la humildad. No puedo respirar, vi a mi familia que se aleja de mi, mi hija llorando y llamándome cada rato. Despierto asustado y llorando, no puedo vivir así.
Un día tuve a una visita, era mi padre, bien vestido, con zapatos negros, camisa blanca y bien peinado. Hablamos de la familia y me respondió todo, pero con ese tono, diciendo en el mismo: ¿Qué hace mi hijo acá? . Se fue y me dio una foto de mi hija, sonreí y me fui a dormir.
Soñé de nuevo lo mismo, estoy en el parque y pasaba lo mismo que antes, pero sentí una voz, es ella, es mi hija:
¡¡No pierdas, papi!! No pierdas.
Arrodillado ante ella, y el fuego expandiéndose alrededor de mis sueños, la abrace y le dije “te quiero”. Después el juego paso rápido, se hizo ceniza, empezó a florecer las flores y el Sol renació de nuevo y desperté con una lagrima, no de tristeza, sino de alegría.
Sueño que estoy en el parque, una primavera que florece en las calles de Salta, me siento más feliz, más tranquilo, como si la paz está envuelta en un papel de fuego y nos ilumina con su verdad. Pero de repente, me aparece las manos llena de sangre, veo lágrimas en mi rostro y siento pesado el alma. Miro a mi alrededor y veo que la cuidad esta en llamas, el dolor se ve corriendo y apoderándose de la humildad. No puedo respirar, vi a mi familia que se aleja de mi, mi hija llorando y llamándome cada rato. Despierto asustado y llorando, no puedo vivir así.
Un día tuve a una visita, era mi padre, bien vestido, con zapatos negros, camisa blanca y bien peinado. Hablamos de la familia y me respondió todo, pero con ese tono, diciendo en el mismo: ¿Qué hace mi hijo acá? . Se fue y me dio una foto de mi hija, sonreí y me fui a dormir.
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¡¡No pierdas, papi!! No pierdas.
Arrodillado ante ella, y el fuego expandiéndose alrededor de mis sueños, la abrace y le dije “te quiero”. Después el juego paso rápido, se hizo ceniza, empezó a florecer las flores y el Sol renació de nuevo y desperté con una lagrima, no de tristeza, sino de alegría.
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