Recuerdo del primer mensaje :
Me dicen que estuviste buscándome,
que alterado arremetiste contra aquéllos
que sí podían contactar con esta tumba desesperada,
y que en las pocas veces que se hacía mención a mí en sala,
tú enloquecías como Ignacio de Loyola,
y te excecrabas como Pedro El Ermitaño
inyectándote el veneno de tu aguijón de escorpión;
letal para tu felicidad, y hasta para tu tormento.
Y pasó el tiempo y nos dejó correr
entre la lava del volcán y el desapego írrito de la pasión.
Hasta ahora, que nuestros caminos se cruzan de nuevo,
pero ya ajenos al dolor, a la ira y la desesperación
que marcó las pautas en un otoño de campos muertos,
de frío, y de empedernida traición.
Y nuestros insultos, bien dados y logrados
e intelectualmente desmesurados,
se fueron alejando hasta el punto de unir tu alma y la mía
en un grado súmmum de ilusión.
Ya enriquecidos, pero muertos,
porque no supimos jugar en la debida ocasión.
No puedo recordar el firmamento de hace años,
aún cuando Desperate Graves regresó y ajena al furor,
reclamó lo que tú la debías en ausencia de tu dolor.
Y crecimos, maduramos como la fruta fresca y divina
que deleita los labios de Eva, que finge las cadenas
de nuestra concepción, de una Iracunda y un Inhumano
tocando una misma canción.
Y pasó el tiempo, y nos dejó correr, Lezard Valeth,
como ráfagas de viento perdidas en nuevos horizontes,
acertando su turbia escena del reencuentro
en un Café Virtual burdo y fútil;
que una vez más nos sumergirá en el ávido frenesí
de nuestra locura, y extraña predilección.
Y moriremos de nuevo, pero ésta vez será peor.
Siniestra Nostram.
Me dicen que estuviste buscándome,
que alterado arremetiste contra aquéllos
que sí podían contactar con esta tumba desesperada,
y que en las pocas veces que se hacía mención a mí en sala,
tú enloquecías como Ignacio de Loyola,
y te excecrabas como Pedro El Ermitaño
inyectándote el veneno de tu aguijón de escorpión;
letal para tu felicidad, y hasta para tu tormento.
Y pasó el tiempo y nos dejó correr
entre la lava del volcán y el desapego írrito de la pasión.
Hasta ahora, que nuestros caminos se cruzan de nuevo,
pero ya ajenos al dolor, a la ira y la desesperación
que marcó las pautas en un otoño de campos muertos,
de frío, y de empedernida traición.
Y nuestros insultos, bien dados y logrados
e intelectualmente desmesurados,
se fueron alejando hasta el punto de unir tu alma y la mía
en un grado súmmum de ilusión.
Ya enriquecidos, pero muertos,
porque no supimos jugar en la debida ocasión.
No puedo recordar el firmamento de hace años,
aún cuando Desperate Graves regresó y ajena al furor,
reclamó lo que tú la debías en ausencia de tu dolor.
Y crecimos, maduramos como la fruta fresca y divina
que deleita los labios de Eva, que finge las cadenas
de nuestra concepción, de una Iracunda y un Inhumano
tocando una misma canción.
Y pasó el tiempo, y nos dejó correr, Lezard Valeth,
como ráfagas de viento perdidas en nuevos horizontes,
acertando su turbia escena del reencuentro
en un Café Virtual burdo y fútil;
que una vez más nos sumergirá en el ávido frenesí
de nuestra locura, y extraña predilección.
Y moriremos de nuevo, pero ésta vez será peor.
Siniestra Nostram.
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