Había una vez vanidoso gato
que se jactaba de ser muy elegante
muy refinado, afortunado, e itinerante
...A su lado, todo era barato
este felino, de aspecto singular
perseguía a un ratón que con el convivía
abusando de su fuerza en franca cobardía,
satisfecho de quien era, acariciandose el maxilar
y se relamía con pulcra minuciosidad
exaltando sus finas proporciones,
seduciendo a las hembras a montones
y jugando al inalcanzable al final.
Pero una mañana, como las otras precedentes
el ratón decidió vengarse, saturado
“¿Cómo se vería el galán paralogizado
De mano de una lección contundente?” -pensó-
y con firme decisión al felino encaró
con mirada suplicante y semblante serio
y con voz apremiante rallando en desconsuelo
al egocéntrico gato finalmente habló:
“En la otra casa, junto a la nuestra –dijo el ratón-
hay una gata que dice eres acicalado:
Que en el fondo, al final, eres afeminado
y se burla de ti en forma siniestra
pese a todo es vergüenza para mi, compañero
que semejante hembra se mofe de tu hombría;
¿Como hacer un acto de burda juglaría
si tus trazos de conquistador son algo cimero?...”
El gato, cual Mercurio, salió corriendo
en demanda de la arpía que tanto le difamaba
llegando furtivamente, metiéndose por la ventana
gruñendo, maldiciendo, y con la sangre ardiendo
…Pero al tocar el suelo del tosco interior
el espectáculo que vio le dejo helado:
Diez rotweiller rezaban arrodillados,
miembros de una secta de privada admisión
que al ver al gato, engrifado y desafiante
que además mancillaba su rito más sagrado,
lo pescaron de la cola y amarraron con agrado
agradecidos al destino de esa señal relevante
“Teníamos hambre, señor, y tu nos iluminaste -dijo el perro principal-
revelando tu poder de forma insospechada,
otorgando la prueba por nosotros demandada
y a este inmundo gato finalmente enviaste...”
Y mientras otro de los perros la cacerola preparaba
el gato maldecía al ratón y su ocurrencia:
Aullando de rabia y suplicando clemencia
...Aunque la suerte, esta vez, parece que lo olvidaba
que se jactaba de ser muy elegante
muy refinado, afortunado, e itinerante
...A su lado, todo era barato
este felino, de aspecto singular
perseguía a un ratón que con el convivía
abusando de su fuerza en franca cobardía,
satisfecho de quien era, acariciandose el maxilar
y se relamía con pulcra minuciosidad
exaltando sus finas proporciones,
seduciendo a las hembras a montones
y jugando al inalcanzable al final.
Pero una mañana, como las otras precedentes
el ratón decidió vengarse, saturado
“¿Cómo se vería el galán paralogizado
De mano de una lección contundente?” -pensó-
y con firme decisión al felino encaró
con mirada suplicante y semblante serio
y con voz apremiante rallando en desconsuelo
al egocéntrico gato finalmente habló:
“En la otra casa, junto a la nuestra –dijo el ratón-
hay una gata que dice eres acicalado:
Que en el fondo, al final, eres afeminado
y se burla de ti en forma siniestra
pese a todo es vergüenza para mi, compañero
que semejante hembra se mofe de tu hombría;
¿Como hacer un acto de burda juglaría
si tus trazos de conquistador son algo cimero?...”
El gato, cual Mercurio, salió corriendo
en demanda de la arpía que tanto le difamaba
llegando furtivamente, metiéndose por la ventana
gruñendo, maldiciendo, y con la sangre ardiendo
…Pero al tocar el suelo del tosco interior
el espectáculo que vio le dejo helado:
Diez rotweiller rezaban arrodillados,
miembros de una secta de privada admisión
que al ver al gato, engrifado y desafiante
que además mancillaba su rito más sagrado,
lo pescaron de la cola y amarraron con agrado
agradecidos al destino de esa señal relevante
“Teníamos hambre, señor, y tu nos iluminaste -dijo el perro principal-
revelando tu poder de forma insospechada,
otorgando la prueba por nosotros demandada
y a este inmundo gato finalmente enviaste...”
Y mientras otro de los perros la cacerola preparaba
el gato maldecía al ratón y su ocurrencia:
Aullando de rabia y suplicando clemencia
...Aunque la suerte, esta vez, parece que lo olvidaba
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