Bienamada de las rosas...

Bienamada de las rosas…



Mi amor blasfema el oro de la noche,
en rumor, que al solícito desvelo
doblegando el albor del terciopelo,
busca herida la sábana de anoche…
Prefiriendo su mar, placer buscaba,
en retorno del Arte que acompleja
en la vertida sombra engaño deja:
y en tu resguardo miel, que nunca acaba…

En la Fiesta dorada, las estrellas,
comarca al Cisne agudo, ya no cierne
de tu preludio amado, vuelven ellas,
aloca taciturno, si concierne…
Espero de la brisa, tu resguardo,
para pacer las horas, si son vagas,
inclino las doncellas de sus sagas,
y adopta mi vergel donde me aguardo…

León de la nodriza de la noche,
pasiva su resguardo y llamarada…
Que abreva su figura, sólo aceche,
la blancura: Minerva engalanada…
Ya no lo oscuro flecha en el deleite,
si no la sombra bella no ha mermado,
de su rincón, el ala enamorado
ó confrontando el ciego mar de aceite…

Turpitud, vaga noche, en rosa extrema:
mi blancura Otoñal, sin el dilema,
Ó bosque ó contractura que se enferma,
ruiseñor en Letrado de su esperma…
Mi amor por su virtud así la noche,
encarama; lo augusto ya no sella:
del Amor, al brebaje de Doncella,
que no el beso reclama, cuanto luche…

Sólo ciervo en tus manos, doblegado,
no a la noche, lujuria, embelesado,
por tus manos, de nívea tesitura,
lo galano y esbelto, me procura…
Sólo nieve en pudor de tus dos senos,
la blancura arremete por el trance
en curioso adoptar de tu romance:
fue caricia en tu bosque de centenos…

Descubierta, así rosa, en la mañana,
fue mi amor, más sublime que hora vana…

Alejandro Rodrigo Flagel