Meybel:
Nunca tocó la rosa...
Nunca tocó la lluvia tu rostro incierto,
carente de mi desvelo, que la ruina doblega;
nunca tocó la sombra mi carente desapego,
el desgano a mi fortuna, que la mano anega...
Nunca prensó la palabra: mis labios oirían-
el desvirtuar de mi habla, ó el suspiro que no goza:
nunca deseé el silencio, del pretil que se sonrosa,
la virtud de tu silencio, enamoraba y latía...
Nunca tocó la rosa, el rostro de tu sombra,
donde la noche redaba, hasta sentir la locura;
importuné la palabra, y sentí tu contextura
hablándole a la noche, hasta anidarte pura...
Nunca gozó la risa, la pendiente de mi ósculo,
el labio, que pretendiente, anidó junto al recelo:
nunca perdió el anhelo, la fragancia de mi espectro,
anidé junto a la copla, turpitud de mi silencio...
Nunca toqué la rosa, nunca la brisa, el aire:
de tu boca sólo asía la palabra que me exhale
nunca perdí tu nobleza, que me impartía el desaire,
de tus cabellos oscuros, como la noche me avale...
Nunca perdió tu silencio; nunca fue prisa mi habla,
nunca perdí tu sonrisa, ni el contorno que buscaba:
eres el sueño del alba, que el Mediodía gozaba,
el deleite a tu fineza, y la blancura que entablas...
Mi palabra estima el ángel, que un café, u otro día,
el mediodía restañe, ó la voz de tu porfía:
el pregón de mi silencio, ó la vertiente a mis días,
escalofrío en mi alma, que en tus labios pretendías...
Nunca perdí el heraldo, de tu fortuna gentil:
el alba de tu silencio, fue la palabra medida,
con horizonte, tendida, en la flor de tu buril:
la Música de tu pecho, y el corazón, mi redil...
Aliciente de mi claro, fue otro sorbo al café
que de tus ojos oscuros, y tu belleza, al descuido
fue mi alba entumecida, por el rostro que abrevé
a la locura que exhalas, y de tu boca el gemido...
Eres el beso que roza, tan negligente, mi esencia,
con todo amor, mi paciencia, en desvirtuado oropel
la virtud ó somnolencia, rústico, vano, pincel,
que el latido en tu potencia, hace alarde y sentencia.
Mi boca herida sonrosa, anaranjadas las rosas,
que, encarnadas en tu piel, son del alba candorosas:
la virtud de mis gozosas, torpes palabras: lo sé,
que mi silencio descuida, junto a tu boca, tal vez...
Eres la risa en mi faro, el claro puerto en tormenta,
la salvación a mi puerta, y el sigilo del refugio;
eres la niña que amo, la búsqueda de mi efugio,
la golondrina regresa, a ser de ti otro verano...
Nunca tocó la rosa, con la caricia tu rostro,
ni la lluvia del verano, me alejó de tu alabastro.
Alejandro Rodrigo Flagel
Nunca tocó la rosa...
Nunca tocó la lluvia tu rostro incierto,
carente de mi desvelo, que la ruina doblega;
nunca tocó la sombra mi carente desapego,
el desgano a mi fortuna, que la mano anega...
Nunca prensó la palabra: mis labios oirían-
el desvirtuar de mi habla, ó el suspiro que no goza:
nunca deseé el silencio, del pretil que se sonrosa,
la virtud de tu silencio, enamoraba y latía...
Nunca tocó la rosa, el rostro de tu sombra,
donde la noche redaba, hasta sentir la locura;
importuné la palabra, y sentí tu contextura
hablándole a la noche, hasta anidarte pura...
Nunca gozó la risa, la pendiente de mi ósculo,
el labio, que pretendiente, anidó junto al recelo:
nunca perdió el anhelo, la fragancia de mi espectro,
anidé junto a la copla, turpitud de mi silencio...
Nunca toqué la rosa, nunca la brisa, el aire:
de tu boca sólo asía la palabra que me exhale
nunca perdí tu nobleza, que me impartía el desaire,
de tus cabellos oscuros, como la noche me avale...
Nunca perdió tu silencio; nunca fue prisa mi habla,
nunca perdí tu sonrisa, ni el contorno que buscaba:
eres el sueño del alba, que el Mediodía gozaba,
el deleite a tu fineza, y la blancura que entablas...
Mi palabra estima el ángel, que un café, u otro día,
el mediodía restañe, ó la voz de tu porfía:
el pregón de mi silencio, ó la vertiente a mis días,
escalofrío en mi alma, que en tus labios pretendías...
Nunca perdí el heraldo, de tu fortuna gentil:
el alba de tu silencio, fue la palabra medida,
con horizonte, tendida, en la flor de tu buril:
la Música de tu pecho, y el corazón, mi redil...
Aliciente de mi claro, fue otro sorbo al café
que de tus ojos oscuros, y tu belleza, al descuido
fue mi alba entumecida, por el rostro que abrevé
a la locura que exhalas, y de tu boca el gemido...
Eres el beso que roza, tan negligente, mi esencia,
con todo amor, mi paciencia, en desvirtuado oropel
la virtud ó somnolencia, rústico, vano, pincel,
que el latido en tu potencia, hace alarde y sentencia.
Mi boca herida sonrosa, anaranjadas las rosas,
que, encarnadas en tu piel, son del alba candorosas:
la virtud de mis gozosas, torpes palabras: lo sé,
que mi silencio descuida, junto a tu boca, tal vez...
Eres la risa en mi faro, el claro puerto en tormenta,
la salvación a mi puerta, y el sigilo del refugio;
eres la niña que amo, la búsqueda de mi efugio,
la golondrina regresa, a ser de ti otro verano...
Nunca tocó la rosa, con la caricia tu rostro,
ni la lluvia del verano, me alejó de tu alabastro.
Alejandro Rodrigo Flagel
Dom Mayo 05, 2024 8:02 pm por caminandobajolalluvia
» Desde la ventana
Dom Mayo 05, 2024 7:56 pm por caminandobajolalluvia
» Por qué, la guerra?
Miér Mayo 01, 2024 6:07 pm por caminandobajolalluvia
» Tu cuerpo se desviste...
Miér Abr 17, 2024 4:52 pm por caminandobajolalluvia
» Déjame unir mi mano con la tuya...
Miér Abr 17, 2024 4:50 pm por caminandobajolalluvia
» Tu rostro...
Lun Abr 15, 2024 3:55 am por caminandobajolalluvia
» Memoria de tu luz, cuerpo bohemio...
Mar Abr 09, 2024 9:05 pm por caminandobajolalluvia
» Mi ciudad
Jue Abr 04, 2024 1:08 pm por caminandobajolalluvia
» Mujer -reclamo tus rosas-
Jue Abr 04, 2024 1:02 pm por caminandobajolalluvia