Llévame…
Llévame solo a las armoniosas bandadas de Poetas,
inerme, dame el duelo del carbón negro de la noche
y rebasa en espuma el largo porvenir de las rosas,
donde aclara, nívea, la paloma deshojada,
donde brilla por un momento, la gota de inspiración
donde rebalsa el soplo de verde clamor,
donde vierte a sola voz, la marëa de tu nombre hechizado…
Venérea, vuela sobre el sabor
de los ciegos ágapes de luna, turnando la noche
en vestidas novias de solo sosiego, impartiendo vuelos en la noche
en la demanda de la noche, y sostenidas estrellas cantándole a la noche,
por sobre miradas de alces, y preámbulos poetas
donde lo inacabado cede al estupor
del rocío,
y vierte, en asomo,
el claro del amor
por sobre tu mirada, acechando la bruma…
Donde no regazan los élitros
en sombras y de soles extenuados,
en otra sierpe angelical,
de bazas y de lunas,
de cantos y de noches pos-posibles
del recuerdo…
Aquél nombre
invoca en tu sudor
el nombre del alcor que debe extender la búsqueda de la noche,
para aclarar en el rasgo del sordo palpitar,
en el incordio de palabras que niebla el hechizo de intuición,
-nevada la rosa- en otra inerte, irisada, noctámbula comezón de amanecer,
sedienta de noches etéreas,
y acompasando la sortija
que embellece al sastre que roba un alfiler agudo
del manantial sempiterno de tu gracia,
-fecundidad, y sollozo- nada importa realmente en el élitro veloz
y ya taimado de la luna,
acometiendo la ternura de tus
ojos…
Llévame solo a las armoniosas bandadas de Poetas,
inerme, dame el duelo del carbón negro de la noche
y rebasa en espuma el largo porvenir de las rosas,
donde aclara, nívea, la paloma deshojada,
donde brilla por un momento, la gota de inspiración
donde rebalsa el soplo de verde clamor,
donde vierte a sola voz, la marëa de tu nombre hechizado…
Venérea, vuela sobre el sabor
de los ciegos ágapes de luna, turnando la noche
en vestidas novias de solo sosiego, impartiendo vuelos en la noche
en la demanda de la noche, y sostenidas estrellas cantándole a la noche,
por sobre miradas de alces, y preámbulos poetas
donde lo inacabado cede al estupor
del rocío,
y vierte, en asomo,
el claro del amor
por sobre tu mirada, acechando la bruma…
Donde no regazan los élitros
en sombras y de soles extenuados,
en otra sierpe angelical,
de bazas y de lunas,
de cantos y de noches pos-posibles
del recuerdo…
Aquél nombre
invoca en tu sudor
el nombre del alcor que debe extender la búsqueda de la noche,
para aclarar en el rasgo del sordo palpitar,
en el incordio de palabras que niebla el hechizo de intuición,
-nevada la rosa- en otra inerte, irisada, noctámbula comezón de amanecer,
sedienta de noches etéreas,
y acompasando la sortija
que embellece al sastre que roba un alfiler agudo
del manantial sempiterno de tu gracia,
-fecundidad, y sollozo- nada importa realmente en el élitro veloz
y ya taimado de la luna,
acometiendo la ternura de tus
ojos…
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