En tus alas
En tus alas, acobarda la Musa,
de su semblante, esotérica mirada
por no saberse perpetuada,
lirio ajeno, cual perfume rosa abusa…
Distinta de la nieve, sin el mar que en son bravío,
destemplando la agonía, Sol disperso vierte
en otra sombra, cual desnudez, revierte,
en su espuma, candente lirio abraza, su navío…
Escucha un ala, de la otra la libertas,
en el rostro del océano, que pueblas
y en su goce, no tinglado espera las cubiertas
del solo mar anhelo que la fuga, asemblas,
cual incordio, no noche, descansa y no blasona
el oprobio que no sirve para dar su moraleja
cuando inútil naufragio el oro espeja,
ó el descanso abreva el sol, que el agua entona…
Fraguada Nínive pasea de su rostro
el otro empuje de mar, el tiempo abreva
la substancia inicial que el oro lleva,
por la espuma, cadente desmorona su estro:
cual gallarda senectud de impávido retrato
al azar, sostén del agua, y rojo su maltrato,
por entibiar la luna. Así la noche medra,
suspiro que conmueve, y llama lo que pendra,
Al horizonte nieva su ladera, en otra espuma breve,
cual si la llave a su contorno no supiera
la noche, impasible, desquiciara,
con el jadeo del mal que plata bruna embebe…
A su ladera, a cuestas, impávido no agrava,
solicitando lejanía de su pueblo, y en otra duna hiciere
blanca sal, de la sal que se obtiene,
y no desenfundara la noche, en otra esgrima brava.
Blanco tenor, de incierto dromedario
su latir de contorno asido cautiverio
que su mudanza cierta no responde,
en otro mar de hiel, la flor que esconde…
Antitenor derriba en otro espectro,
la llave no mesura su delirio,
en otra breve sombra de su lirio
por derribar, aquella espuma, de su plectro…
Incierta, blanca mudez que el mar no atreve
y desconcierta su Luz, la noche puebla,
de su viraje, en andas brumas quedas,
todas aquellas arboledas, que ya, ó ya no puedas
de tu suspiro breve, recordar su silencio que enmudece,
si no es, que ya la frágil pira de su lumbre,
incauta no contemple, el esplendor de su Lira…
Para eso fue llamada la armonía, llamada Paz, ó vaga celosía,
que cierra la violenta llamarada, de las flechas que al nombrarse,
la sombra no exclamaba. Ó aquella faz pintada,
como aquel ciego universo, que viste ya mi verso
en otra herrumbre alzada y no murmura, el cántaro del vaso.
Ó aquél latido apresurado, tiene en su vuelo la vida
para aproximarse al cielo, y desnudar el velo
que lo ensombrecía… Ó aquél tenaz anhelo…
Ya no la noche, nos imprima pinceladas ó gemidos,
si no hay estrella en sus sentidos
que la mar, no nubla, no concede,
a ciegos trastos, monocordes pensamientos adueñados
que Belleza trae a Enamorados,
y gentiles plumas le concedan, al alba sus dolores…
Pues es, latir de flores, inmaculados versos,
ó tan grácil, el amor batalla sus anversos…
Pero si la marea, al Oeste de la alquimia, sedienta
no procrea la voz, y la concierta, aunque sea en fruto
de dolor, de llanto inmenso; no sea cautiverio que voz mienta,
para asir, importuna de su goce, aquélla faz inmensa…
Que no a la miel la abeja soberana,
imprime con su voz, sombra despierta,
y al Olivo, transcurre y no es malsana,
el labio que en su boca, el oro inventa…
Pues, seamos como Ella, que su Vid reclama,
y a todos, su dulzura es la que ama.
En tus alas, acobarda la Musa,
de su semblante, esotérica mirada
por no saberse perpetuada,
lirio ajeno, cual perfume rosa abusa…
Distinta de la nieve, sin el mar que en son bravío,
destemplando la agonía, Sol disperso vierte
en otra sombra, cual desnudez, revierte,
en su espuma, candente lirio abraza, su navío…
Escucha un ala, de la otra la libertas,
en el rostro del océano, que pueblas
y en su goce, no tinglado espera las cubiertas
del solo mar anhelo que la fuga, asemblas,
cual incordio, no noche, descansa y no blasona
el oprobio que no sirve para dar su moraleja
cuando inútil naufragio el oro espeja,
ó el descanso abreva el sol, que el agua entona…
Fraguada Nínive pasea de su rostro
el otro empuje de mar, el tiempo abreva
la substancia inicial que el oro lleva,
por la espuma, cadente desmorona su estro:
cual gallarda senectud de impávido retrato
al azar, sostén del agua, y rojo su maltrato,
por entibiar la luna. Así la noche medra,
suspiro que conmueve, y llama lo que pendra,
Al horizonte nieva su ladera, en otra espuma breve,
cual si la llave a su contorno no supiera
la noche, impasible, desquiciara,
con el jadeo del mal que plata bruna embebe…
A su ladera, a cuestas, impávido no agrava,
solicitando lejanía de su pueblo, y en otra duna hiciere
blanca sal, de la sal que se obtiene,
y no desenfundara la noche, en otra esgrima brava.
Blanco tenor, de incierto dromedario
su latir de contorno asido cautiverio
que su mudanza cierta no responde,
en otro mar de hiel, la flor que esconde…
Antitenor derriba en otro espectro,
la llave no mesura su delirio,
en otra breve sombra de su lirio
por derribar, aquella espuma, de su plectro…
Incierta, blanca mudez que el mar no atreve
y desconcierta su Luz, la noche puebla,
de su viraje, en andas brumas quedas,
todas aquellas arboledas, que ya, ó ya no puedas
de tu suspiro breve, recordar su silencio que enmudece,
si no es, que ya la frágil pira de su lumbre,
incauta no contemple, el esplendor de su Lira…
Para eso fue llamada la armonía, llamada Paz, ó vaga celosía,
que cierra la violenta llamarada, de las flechas que al nombrarse,
la sombra no exclamaba. Ó aquella faz pintada,
como aquel ciego universo, que viste ya mi verso
en otra herrumbre alzada y no murmura, el cántaro del vaso.
Ó aquél latido apresurado, tiene en su vuelo la vida
para aproximarse al cielo, y desnudar el velo
que lo ensombrecía… Ó aquél tenaz anhelo…
Ya no la noche, nos imprima pinceladas ó gemidos,
si no hay estrella en sus sentidos
que la mar, no nubla, no concede,
a ciegos trastos, monocordes pensamientos adueñados
que Belleza trae a Enamorados,
y gentiles plumas le concedan, al alba sus dolores…
Pues es, latir de flores, inmaculados versos,
ó tan grácil, el amor batalla sus anversos…
Pero si la marea, al Oeste de la alquimia, sedienta
no procrea la voz, y la concierta, aunque sea en fruto
de dolor, de llanto inmenso; no sea cautiverio que voz mienta,
para asir, importuna de su goce, aquélla faz inmensa…
Que no a la miel la abeja soberana,
imprime con su voz, sombra despierta,
y al Olivo, transcurre y no es malsana,
el labio que en su boca, el oro inventa…
Pues, seamos como Ella, que su Vid reclama,
y a todos, su dulzura es la que ama.
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