Mi corazón, espectro de una nube
Mi corazón, espectro de una nube no asentada,
filo veloz, de sombras en la noche apaciguada,
lento crisol, de llanos en quejumbre almibarados
sobre el destello de sovoz, de lumbre, y de consuelo
que la voz del terciopelo, pregona los amados
y sombras que enmudecen acordes en el pelo…
De roca y solitaria, voz de prädo, de paloma,
iridiscencia de consuelo, de albatros y de poma…
Denuncia el cielo, albogues en mi casta solitaria
voz de neón, y de cumbre aún extasïada,
de pimpollos y de luz, de caoba dromedaria
en otra sombra tenue, ya de luz, de luz lisiada…
El vuelo ágil ya no cabrío vuelve mella,
y solitaria estrella, no verbo, casi amada
la confrontada luz, que apañe, ya mudada,
de esotra voz en vela, murmullo, estrella…
Caduco arroz de muelle, de gozne, de latido,
de sobrio pan no bulle, no concentra
el mismo prado con la voz, otro gemido
que la voz de mi llamado me egocentra…
Sombra que quiebra el laúd de mi privada
canción que en otra sombra, la luz es invitada
para latir su duelo, de sombra entrelazada:
otra virtud del vuelo: de cauce enamorada…
Mi voz es la privanza de diurnos oropeles,
caducos cinceles, embotellan el despido
de sombras en gemidos, do hacen mis canceles,
las brumas y guitarras, del llanto y del latido…
Ebúrneo mar si tronce, espuma, almibarado,
dosel de lienzos castos, plegarias, mar de celo
en otros oropeles, caducos, vuelta anhelo,
la fragua de mi bote, en rostro desatado…
Quejido, voluntad a Dios ya sometida,
en otro celo ámbar de promesa,
gentil acorde de virtud, cual la belleza
de un ascua de neón, ya pulcra, bienvenida…
Quejido, de este mundo, herido y confrontado
con el destello de luz, que el amor funde,
en otra altiva y llana mansedumbre,
que la Voz en el silencio, aclara, y no responde…
Desátese el cordón, de hierro que blasfema,
contra la propia sangre humana, contra el Sol,
que la perfecta unión del alba en el poema,
segunda, enuncia, como un santo trovador…
De hierro son nuestras plegarias, que de voces
alcanzarían en el vuelo, sutil, Misericordia
que flores, lienzos, de pedreras y destroces,
alcanzarían en su Seno, Perdón de la discordia…
Desátese el cordón, de hierro, que nos ata,
desátese el carbón, la lumbre que nos mata,
el fuego que no arde, el agua que dilata
la más sombría peste, blasón que nos retrata…
Desátese el dolor, vuelto dolor para perdón,
ungido en el recelo de un Amor que nos sostiene
la cumbre del amor, que nos enuncia y nos retiene,
para que renazcamos en el son de un acordeón…
La luz nos pide la oración, arrepentimiento, la pobreza,
el sol vuelve sol trovador, de sol níveo, de crudeza…
Mi corazón, espectro de una nube no asentada,
filo veloz, de sombras en la noche apaciguada,
lento crisol, de llanos en quejumbre almibarados
sobre el destello de sovoz, de lumbre, y de consuelo
que la voz del terciopelo, pregona los amados
y sombras que enmudecen acordes en el pelo…
De roca y solitaria, voz de prädo, de paloma,
iridiscencia de consuelo, de albatros y de poma…
Denuncia el cielo, albogues en mi casta solitaria
voz de neón, y de cumbre aún extasïada,
de pimpollos y de luz, de caoba dromedaria
en otra sombra tenue, ya de luz, de luz lisiada…
El vuelo ágil ya no cabrío vuelve mella,
y solitaria estrella, no verbo, casi amada
la confrontada luz, que apañe, ya mudada,
de esotra voz en vela, murmullo, estrella…
Caduco arroz de muelle, de gozne, de latido,
de sobrio pan no bulle, no concentra
el mismo prado con la voz, otro gemido
que la voz de mi llamado me egocentra…
Sombra que quiebra el laúd de mi privada
canción que en otra sombra, la luz es invitada
para latir su duelo, de sombra entrelazada:
otra virtud del vuelo: de cauce enamorada…
Mi voz es la privanza de diurnos oropeles,
caducos cinceles, embotellan el despido
de sombras en gemidos, do hacen mis canceles,
las brumas y guitarras, del llanto y del latido…
Ebúrneo mar si tronce, espuma, almibarado,
dosel de lienzos castos, plegarias, mar de celo
en otros oropeles, caducos, vuelta anhelo,
la fragua de mi bote, en rostro desatado…
Quejido, voluntad a Dios ya sometida,
en otro celo ámbar de promesa,
gentil acorde de virtud, cual la belleza
de un ascua de neón, ya pulcra, bienvenida…
Quejido, de este mundo, herido y confrontado
con el destello de luz, que el amor funde,
en otra altiva y llana mansedumbre,
que la Voz en el silencio, aclara, y no responde…
Desátese el cordón, de hierro que blasfema,
contra la propia sangre humana, contra el Sol,
que la perfecta unión del alba en el poema,
segunda, enuncia, como un santo trovador…
De hierro son nuestras plegarias, que de voces
alcanzarían en el vuelo, sutil, Misericordia
que flores, lienzos, de pedreras y destroces,
alcanzarían en su Seno, Perdón de la discordia…
Desátese el cordón, de hierro, que nos ata,
desátese el carbón, la lumbre que nos mata,
el fuego que no arde, el agua que dilata
la más sombría peste, blasón que nos retrata…
Desátese el dolor, vuelto dolor para perdón,
ungido en el recelo de un Amor que nos sostiene
la cumbre del amor, que nos enuncia y nos retiene,
para que renazcamos en el son de un acordeón…
La luz nos pide la oración, arrepentimiento, la pobreza,
el sol vuelve sol trovador, de sol níveo, de crudeza…
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