A los que calientan sopa
A los que calientan sopa,
que no van a ningún lado, que saludan
para luego escapar por cualquier parte,
a los que dan la hora, matan el tiempo
sin ver cómo se mueren sin futuro,
no crean más que sueños, utopías
que ni la gracia tienen de poner a prueba,
que inventan un pasado y un presente
que obviamente no resiste el menor quiebre,
que no perciben nada de sus alrededores
y todo lo utilizan como moneda de cambio,
y transan libertad por fuga eterna,
y transan soledad por breves noches
y una ducha en que aún así no quedan limpios.
La familia es apenas un sostén lejano,
la amistad un sonido de denarios
y el mundo, bueno, el mundo, una improbable
oferta en que salir huyendo si hay que dar la cara.
A los que de tal modo configuran
la noche sin estrellas ni refugio,
que no llegan al mar pues no les vale,
aunque lo hayan prometido a las más cargadas nubes,
a aquellos que no dan sino el sobrante
y no cumplen con ir donde prometen
ni menos con sacar de su funda el ser sinceros.
Con nadie corresponden, no se inmutan
ofreciendo este mundo, el otro y más, aquel ajeno,
no tienen pundonor, ni siquiera perciben
que es de ellos que se habla en los salones de la vida,
en casa del poeta, en los frustrados
anhelos que dejaron como quien olvida un fémur.
A aquellos los destaco para que nunca nadie cuente
con que un día llegarán a la montaña,
esa en la que ni asaltan sus más febriles sueños
y menos al mirarla de frente son alpinos.
A aquellos los despido, los dejo en el tumulto
como el tranvía a aquellos papeles que no sirven,
recetas sin más cura que no ponerles precio
ni otra atención brindarles que las del fresco viento.
Hay mucho que vivir para pararse en sus hendijas,
las grietas se harán cargo de sus máscaras y sierpes
y ni ellos notarán que ya no les damos más espacio.
Hay tanto que cantar, que aquellos que son sólo ruido
callados se pudrirán mientras repartes tú las nueces,
para todos va a alcanzar, lo sé pues ellos parten
y en cambio entre nosotros se queda fiel la primavera.
Los que calientan sopa y no la beben
lo sepan ya, que ni semilla esperaremos de su muerte,
tenemos que llegar a tantas partes,
que sin el lastre aquel veremos, sin llevarlos,
cómo el sol nos acompaña y nos alivia
de ese peso tan formal y tan sin piel y tan inútil.
http://fuerteyfeliz.bligoo.cl/
11 07 14
A los que calientan sopa,
que no van a ningún lado, que saludan
para luego escapar por cualquier parte,
a los que dan la hora, matan el tiempo
sin ver cómo se mueren sin futuro,
no crean más que sueños, utopías
que ni la gracia tienen de poner a prueba,
que inventan un pasado y un presente
que obviamente no resiste el menor quiebre,
que no perciben nada de sus alrededores
y todo lo utilizan como moneda de cambio,
y transan libertad por fuga eterna,
y transan soledad por breves noches
y una ducha en que aún así no quedan limpios.
La familia es apenas un sostén lejano,
la amistad un sonido de denarios
y el mundo, bueno, el mundo, una improbable
oferta en que salir huyendo si hay que dar la cara.
A los que de tal modo configuran
la noche sin estrellas ni refugio,
que no llegan al mar pues no les vale,
aunque lo hayan prometido a las más cargadas nubes,
a aquellos que no dan sino el sobrante
y no cumplen con ir donde prometen
ni menos con sacar de su funda el ser sinceros.
Con nadie corresponden, no se inmutan
ofreciendo este mundo, el otro y más, aquel ajeno,
no tienen pundonor, ni siquiera perciben
que es de ellos que se habla en los salones de la vida,
en casa del poeta, en los frustrados
anhelos que dejaron como quien olvida un fémur.
A aquellos los destaco para que nunca nadie cuente
con que un día llegarán a la montaña,
esa en la que ni asaltan sus más febriles sueños
y menos al mirarla de frente son alpinos.
A aquellos los despido, los dejo en el tumulto
como el tranvía a aquellos papeles que no sirven,
recetas sin más cura que no ponerles precio
ni otra atención brindarles que las del fresco viento.
Hay mucho que vivir para pararse en sus hendijas,
las grietas se harán cargo de sus máscaras y sierpes
y ni ellos notarán que ya no les damos más espacio.
Hay tanto que cantar, que aquellos que son sólo ruido
callados se pudrirán mientras repartes tú las nueces,
para todos va a alcanzar, lo sé pues ellos parten
y en cambio entre nosotros se queda fiel la primavera.
Los que calientan sopa y no la beben
lo sepan ya, que ni semilla esperaremos de su muerte,
tenemos que llegar a tantas partes,
que sin el lastre aquel veremos, sin llevarlos,
cómo el sol nos acompaña y nos alivia
de ese peso tan formal y tan sin piel y tan inútil.
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