Hombre blanco
Hombre de harina, hombre
de tiza o de salitre, hombre blanco,
fantasma de esos sueños prohibidos
en que la esposa olvida haberse atado,
en que el esposo a veces también pierde tras un otro
el rumbo de su opción ya establecida.
Hombre de sal, paciente nube
del cielo y su tormenta, del ocaso
y su playa de arenales blancos, solos
y abiertos por tu piel para un secreto encuentro.
Hombre sin fin, armiño en la neblina
de besos que la historia no puso en sus tratados,
ni el máximo poeta en su hoja blanca,
ya fueran destinados a las hembras,
al solitario gozo de su cuerpo
o al escondido encuentro entre mancebos ya desnudos.
Por eso te quedaste entre la niebla,
entre el sopor de un sexo imaginario
y la diaria voluntad de abandonar la obscena idea.
Por eso la mujer se vuelve triste,
pues a su lado tiene un hombre blanco,
dormido y que no sabe de lo tierno,
por más que pecho adentro sueñe abrazos
y campos de azucenas con su amada
y un combate en que entre dos siempre hay victoria.
Y lo ama y cada vez lo ve más blanco,
más pálido, más ido entre deberes,
que nadie le pidió, sino el progreso,
y en los que se olvidó del mutuo juego
con las carnes y el alma de quien ama,
con los sueños y el acto de quien todo lo entrega,
con la eterna verdad de ser pareja.
Por eso el hombre mismo se hace nieve,
caído y apagado por el frío,
por sábanas de extensa lejanía
en las que cae muerto, duerme apenas
y olvida, olvida el sexo que nutría
toda su envergadura de buen macho.
Incluso si otro macho lo encendía,
sucede cada vez menos el fuego,
más tibia la abrasión, pobre la llama
y hasta el próximo día se hace blando
como un pene que olvida su alegría.
Peligra la pasión, se alarma el papa
de ver que nuestra especie no tan sólo
no crece ni se multiplica, sino que
se frustra en las derivas digitales,
en anónimos placeres de unas horas,
en resignado errar, ya cabizbajos por la vida.
Hombre, tú eres el hombre, desestima
todo lo que adormece tu camino,
una dama te espera, un fiel futuro,
tus hermanos, tus hijos, algún otro,
no dejes que te duerman con falacias,
que hay más que producir, que falta un turno,
más bien eres tú quien falta en todo:
en el abrazo paterno, en la comida
con tu familia, donde un plato espera
y un niño que no aprende sin tu mano.
Te alejas, no te alejes, falta un mundo
que juntos construir con la manada,
hombre, tú eres hombre, el sol te espera,
ya puedes sonreír, yo soy el hombre
que junto a ti también celebra y canta.
http://fuerteyfeliz.bligoo.cl/
29 03 14
Hombre de harina, hombre
de tiza o de salitre, hombre blanco,
fantasma de esos sueños prohibidos
en que la esposa olvida haberse atado,
en que el esposo a veces también pierde tras un otro
el rumbo de su opción ya establecida.
Hombre de sal, paciente nube
del cielo y su tormenta, del ocaso
y su playa de arenales blancos, solos
y abiertos por tu piel para un secreto encuentro.
Hombre sin fin, armiño en la neblina
de besos que la historia no puso en sus tratados,
ni el máximo poeta en su hoja blanca,
ya fueran destinados a las hembras,
al solitario gozo de su cuerpo
o al escondido encuentro entre mancebos ya desnudos.
Por eso te quedaste entre la niebla,
entre el sopor de un sexo imaginario
y la diaria voluntad de abandonar la obscena idea.
Por eso la mujer se vuelve triste,
pues a su lado tiene un hombre blanco,
dormido y que no sabe de lo tierno,
por más que pecho adentro sueñe abrazos
y campos de azucenas con su amada
y un combate en que entre dos siempre hay victoria.
Y lo ama y cada vez lo ve más blanco,
más pálido, más ido entre deberes,
que nadie le pidió, sino el progreso,
y en los que se olvidó del mutuo juego
con las carnes y el alma de quien ama,
con los sueños y el acto de quien todo lo entrega,
con la eterna verdad de ser pareja.
Por eso el hombre mismo se hace nieve,
caído y apagado por el frío,
por sábanas de extensa lejanía
en las que cae muerto, duerme apenas
y olvida, olvida el sexo que nutría
toda su envergadura de buen macho.
Incluso si otro macho lo encendía,
sucede cada vez menos el fuego,
más tibia la abrasión, pobre la llama
y hasta el próximo día se hace blando
como un pene que olvida su alegría.
Peligra la pasión, se alarma el papa
de ver que nuestra especie no tan sólo
no crece ni se multiplica, sino que
se frustra en las derivas digitales,
en anónimos placeres de unas horas,
en resignado errar, ya cabizbajos por la vida.
Hombre, tú eres el hombre, desestima
todo lo que adormece tu camino,
una dama te espera, un fiel futuro,
tus hermanos, tus hijos, algún otro,
no dejes que te duerman con falacias,
que hay más que producir, que falta un turno,
más bien eres tú quien falta en todo:
en el abrazo paterno, en la comida
con tu familia, donde un plato espera
y un niño que no aprende sin tu mano.
Te alejas, no te alejes, falta un mundo
que juntos construir con la manada,
hombre, tú eres hombre, el sol te espera,
ya puedes sonreír, yo soy el hombre
que junto a ti también celebra y canta.
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