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    Mensaje por Oscar64 Vie Nov 15, 2013 2:53 pm

    Vuelvo la vista

    Con este  cuello pegado al horizonte,
    a barcos que no llegan, a gaviotas
    que no anuncian ni tierra ni otro cielo,
    me admira que podamos aún reírnos,
    participar del bien, abrir las puertas
    y entrar a la verdad de tanta sangre,
    de tanto vecindario hecho de escoltas,
    de cifras sin leer, de malos mandos
    y extrañas sensaciones de proscrito.
    Me exalta que la raza no sucumba,
    que no perdamos piel más que en el acto,
    y aún allí parezca que es fecundo
    el rito de abrazar entre mis labios tus caderas
    y, en el temblor de un tren cargado de semillas,
    poblar tu amanecer de trigos y banderas.
    Me asombra que nos bañen las estrellas,
    que el mar relumbre en esos cielos infinitos,
    que los cadáveres nos traigan tréboles al patio
    y alguna novedad de lo que ocurre más allá de su silencio.
    Me alivia que tengamos alegrías,
    ventanas hacia el mar, cabellos canos
    y un viento azul y austral que se de vueltas
    por los parques, cual perro, cual las hojas
    que levantan las faldas del otoño
    y en plena exultación de los amantes
    se mutan en el humus de las próximas cosechas.
    Me habita aquel panal de los abuelos,
    en donde toda abeja era la miel de las mañanas
    y toda flor un sol que convertía en aire el miedo
    y en bello aquel dolor de los ausentes y difuntos,
    allá no lo sabíamos, vivir
    era más necesario que hacer cuentas,
    amar era cuestión de andar soñando
    que nada malo pasaría en los siguientes dos mil años,
    urgente era correr, comer manzanas
    y echar al aire volantines y en la tierra
    buscar esa bolita ayer perdida mientras que jugabas.
    Seguramente es eso lo que causa
    esa estatua de sal de las miradas hacia antaño,
    esas vueltas de las huellas al futuro,
    las idas y regresos de los tiempos más felices
    y que queremos ver cada mañana en nuestra puerta.
    Seguramente soñar aún es vigente,
    cual pretender de una vez arreglar las cosas de este mundo,
    las goteras del amor, las malas noches
    y las copas que rompe tanto error en que bebemos,
    empiezan otra vez los viejos cantos de la noche
    y ofrecen como ayer esas promesas que creímos,
    aquellas que se hicieron piel y acciones
    en nuestra propia voz de puños firmes y paso agigantado.
    Es sólo alguna vez volver la vista
    la forma de saber cuánto crecemos,
    cuánto nos falta de tierra a cielo azul, celeste
    y de ancho entre ese mar y las montañas que te acunan.
    Acaso yo por eso busco en mi alma tus recuerdos
    y entiendo que no hay fe que se derrumbe si palpitas,
    si sales a regar aquel jardín de nuestros sueños
    y cuidas de malezas aquella flor que prometimos.
    Una botella por beber es la que llega a nuestra playa,
    te espero entre mis costas para abrirla,
    para leer uno en el otro aquel mensaje
    que, en nuestra propia libertad, a nuestros mares arrojamos.
    Ocurrió esa vez en que, de isla a isla,
    náufragos y solos en la tierra del ayer,
    sin saber de eternidad, hoy lo comprendo y lo recuerdo,
    ya para siempre y felizmente nos amamos.

    http://fuerteyfeliz.bligoo.cl/

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