Preludios del camino

Preludios del camino

Yo creo que vivir es subir por la escalera
o bien en ascensor o a gatas por el cerro,
que el cielo nos espera si cantamos,
si damos lo que somos por el mundo.
No hay tierra sin labrar cuando te entregas,
no hay mar sin recorrer cuando tú sueñas,
ni ojera que no llegue a lo profundo
si usó el caleidoscopio de lo fértil
y la íntima paciencia en la mirada del que aprende.
No sé condecorar sino con rosas las espinas,
no sé vivir el día sin la noche de linterna,
ni hablarles de aquel mar sin mil abrazos en la arena,
ni al mismo infierno entrar sin mis dos alas en la espalda.
Y en ello la lección de mis hermanos
es que hermanos seremos para siempre,
negros, azules, verdes, cabizbajos
y en especial alegres tras la herida,
por eso a socorrer a viudas maltratadas
a jóvenes, a jueces, a los ministros defraudados,
a defender al niño de las extremas precauciones
que le impiden tocar el polen de las mariposas,
la sal del ancho mar, el pecho libre
de su madre amantando a algún hermano viejo.
Empléate en gozar de las manzanas perfumadas,
del libro en el balcón, de la hojarasca de las olas,
del tiempo que nos dan esas goteras de lo eterno
y que es una sinfonía en nuestros teatros de aventuras.
Agrégate a vivir, la parca ya tiene su oficio,
y el tuyo no es luctuoso en cada aurora en que te vistas.
Yo creo estar aquí por las mismas razones misteriosas,
qué más vamos a hacer que echarle pie al largo camino,
si nada es de verdad no importará puesto que fuimos,
si ya no somos más, lo que vivimos
ha de ser en cada uno llama y victoria suficiente.

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