De tus ojos la noche, de tus ojos la llama
pernocta asïdua trama
la bandera de silencio que el silencio emana.
De tus ojos la promesa que invierte mi navío
escudándose en el monte vano y ya de un nuevo estío
la bandada de sofreno que el libre canto allega
su virtud y su resguardo, sobre el vértice que apena…
Menester es tu llamado de dulce trago ameno
sobre el dintel del ascua refulgente, ceno
a medianoche solo tanteando a feroz llama
intrínseco camino que tu juventud hermana…
Dulcísimo y precoz el acierto en la enramada
del joven velo que sostiene la mirada
renunciando al llanto que quema nuestras auras
aliento de murmullo donde cantan las hermanas…
Recua, tarde agría donde funden los cipreses
del canto a su vanguardia de esquinas y dobleces,
azor del ala herida donde sienten más los llanos
hermanos del silencio donde apenan los hallazgos…
Modelar la furia helada del vaivén sonoroso al descubierto de la pluma
herrando en la marea la marea de sí misma acicalada
hundida en el solo ariete de su forma helada
helada, sobre el ala trunca de su savia hallada…
Apea del discurso, palabra dócil, murmurada
incongruente de su faz, sal tibia, enamorada
arremete con su claustro de su dial oscuro simio
tantëando en el albor finitud de su murmullo.
Osco, errante, virtud de pasajera
oteando a la primera zaga no desnuda
de la miel perpetuando de la playa orilla muda
acercando en la marea juventud de forma vasta…
Intrépida al cincel del oropel añejo
del bosquejo alado de panteras cinceladas
en el oro de éste mar donde cabrían las miradas
añorando las antenas de su finitud soñadas.
Aleja sobre el ala
su ala misma donde el vüelo
caliginoso pañüelo del alba quejumbrosa
hastía en su manera de servir tales encantos
decorosa y débil ya, de su virtud, alada.
Ecúmeno del cielo que agosta y no perece
solicitud reverdece y el alba fortalece
sonrosada áurea de finitud armada en la proeza
del distinguido llanto aquí en la Tierra, crece.
Rostro sin mar y mar sin rostro
por donde el rastro de la sal se ha perdido en su denuesto
fortalecido espectro de virtud y sonoroso acento
clamando en sü verdad el discurso de su aliento.
Reverdecido era, y a su solsticio clama bondadoso y allegado
la escama pronta que se müeve en la serpïente,
acicalando el mundo ardïente, en su juventud opreso
del silencio de su ave
donde sutil embeleso
arropa en su diadema la alcurnia de su helada frente.
Mustio, aleve canto sin roer las hïedras
furtivo cae sin plañir las aguas de sus Pïedras…
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