Amanecer en el silencio

Frágil entonación de desmedida sombra
huella que dispensa magníficas dulzuras, del sueño abstenidas
y mundos reales en el sabor de la palabra y sus nidos…
Fragor del silencio, necesario como la substancia de los huesos
en la sal, en la felicidad dedicada a abrevar de su nacimiento
aquél fervor que lucha y no se siente como un quebradizo ámbar
abriendo las ventanas, los amaneceres permiten la sonrisa

Felicidad unida, deidad de asombro sostenida en el tiempo
huida en el disparo ciego de una breve lontananza, crepúsculo, fiesta
anochecida bajo el semblante de una laguna de nieve
bajo el ébano y el motor de una mente que trova su único amor
hasta que las estrellas, caídas en el brebaje doloroso de laureles
de plata sean unidas en el unísono de los ingredientes de una olla
de fervor, sostenida hacia el ocaso, hacia aquella ciega mazmorra
de libertad, prometida y que arde, dentro del pecho
como un fantasma girante, envuelto en el sollozo
envuelto en paños de seda, de pulcro vaivén encontrando su descalza
fiebre de cristal.

Miel de la alborada, risueña en el festín del que silba su pena
transcurrida en el vestal de su asombro, lecho donde duerme
su infinito tulipán de amargos resplandores enhiestos en la cumbre
de aquel vigor dormido, redoblando la esperanza a un anochecer desenfrenado
y en la víscera de un manto pleno de estrellas, imbuidas en la locura
arte de llamar las flamas de los atardeceres, bajo tu aurora
gimiendo banderas rotas, diurno crepitar de incesante rüego,
aleo de fragua y de centella
en paulatina llama que fulge y deletrea en tu vientre
tu mismo sol
de vacuas emociones
en la tregua
sostenidas...


Oro y rumiante verdor de noches silábicas y perfumes rotos
hacia el ocaso, hacia el menguante rubor de la esperanza,
hacia tu nocturna aridez de antaño,
hacia el fervor único de palomas que ceden al descuido
su añoranza hecha de sueño
de algarabía mojada de silencio
de breve vacío
de doblegar campanas en los pinos
horizontes que se pierden en tu mirada
como hecho jirones el roto albor que nace bajo teas
de iluminación, almas que brillan
en la sierpe oscura de un ruiseñor
que cede su Canto hermoso a la vista de los árboles,
ruinas de un colapso que viene admirando
las estrellas
de un resplandor
que ciega el firmamento.
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