Oda a Mendoza

¡Oh, Mendoza, bella flor del desierto!
Infancia de salitre y arena,
pródiga en chañares,
jarilla y algarrobos,
bajo la brasa encendida
del sol inclemente.

Mediaba el siglo XVI y Villagra
a estas soledades fue destinado
y conoció a sus dueños originarios:
los huarpes, su mansedumbre y tenacidad.

Fue Pedro del Castillo
quien te fundaría en la Media Luna,
al poco tiempo, el destino te llevaría
a la plaza que recibió
el nombre de su creador.

San Martín dejó su impronta
en tu geografía
con sus ideales libertarios.

Mendoza:
eres páramo donde el zonda
despliega su abrazo mortal.
Los inmigrantes obraron prodigios en ti.
El viñedo se extendió
y del racimo nació su fermento espirituoso,
mientras la Virgen
de la Carrodilla emanaba su luz…

¡Cuánto esfuerzo compartido
mientras el vino te transitaba
buscándote el alma
y te desataba la risa y una tonada!

¡Territorio recorrido por acequias rumorosas
donde el otoño derrama su oro!

La cordillera,
con sus vértebras enormes,
te sostiene hacia el Oeste donde se erige,
orgulloso e imponente,
el Aconcagua.

¡Mendoza, eres la tierra donde
la mano del hombre
obró maravillas respondiendo
tú con la inmensa generosidad de una madre!