Sobre su piel

Encerrada en su casa que cada día deja de ser hogar
ve a través de la ventana a su marido llegar.
Abre la puerta, y el olor a alcohol la envuelve
cuando una bofetada su cara vuelve.

Sabe que era de esperar, pues otro golpe más
no la sorprende si ella cree que lo merece.
Su pensamiento errado padece
pues lo mantiene hace varios meses.

Su trabajo son sus hijos y oficios hogareños,
en su vida a callado todo incluso hasta sus sueños.
Ha vivido con el hombre que la engañó,
con el que un día le prometió pero que nunca cumplió.

Ella es la mujer ejemplo, la recta y obediente,
la que atiende bien a los suyos
y no tiene de la gente malos murmullos;
pero también ella es la que no es feliz realmente.

Ahora sus fuerzas se agotan, su silencio se cansa,
el dolor de las heridas la marcan
mientras otras por encima reembarcan;
porque sobre su piel es la furia quien descansa.