Nuestra vida comenzó
en un crepúsculo admirable,
apariencia de sonrisa de cielo
dirigida a la caridad terrestre,
corazón como un tridente
soberano,dispersado en sus conquistas
reducido a sus cenizas,
una verdad que era grande
cuando su energía estallaba
en helechos pacientes.
De desengaños aprendió a librarse
y a congregar sus primeros pasos,
y el mal era saludado
como una extravagancia de la tarde,
caminando sobre el espejo
de un río lleno de culebras,
y de danzas de mariposas
aprendió a jugar en los vergeles,
entre cañas y custodias
de seres fuertes como robles,
pero también sensibles como pájaros
y el agua azul de un pozo minúsculo
cuidó por ese amigo silencioso.
Hasta la morada siguiente
en la muda experiencia de perseguirlo
no habrá más que su filiación de evadido,
me enseñó a volar por encima de las palabras
lejos de los navíos anclados,
y no es el glaciar lo que más importa
sino la retirada de la ilusión,
de esa parte que concede y dejaba,
dibujando el litoral que un día solo
tendrá que recorrer,
deprimiendo la tentación
en quien se establece,
basta con cerrar los ojos
para dejar de ser reconocido,
y disponer del sombrío estado
en que el violeta de su color
le deje por fin, atrapado en sus prisiones.
en un crepúsculo admirable,
apariencia de sonrisa de cielo
dirigida a la caridad terrestre,
corazón como un tridente
soberano,dispersado en sus conquistas
reducido a sus cenizas,
una verdad que era grande
cuando su energía estallaba
en helechos pacientes.
De desengaños aprendió a librarse
y a congregar sus primeros pasos,
y el mal era saludado
como una extravagancia de la tarde,
caminando sobre el espejo
de un río lleno de culebras,
y de danzas de mariposas
aprendió a jugar en los vergeles,
entre cañas y custodias
de seres fuertes como robles,
pero también sensibles como pájaros
y el agua azul de un pozo minúsculo
cuidó por ese amigo silencioso.
Hasta la morada siguiente
en la muda experiencia de perseguirlo
no habrá más que su filiación de evadido,
me enseñó a volar por encima de las palabras
lejos de los navíos anclados,
y no es el glaciar lo que más importa
sino la retirada de la ilusión,
de esa parte que concede y dejaba,
dibujando el litoral que un día solo
tendrá que recorrer,
deprimiendo la tentación
en quien se establece,
basta con cerrar los ojos
para dejar de ser reconocido,
y disponer del sombrío estado
en que el violeta de su color
le deje por fin, atrapado en sus prisiones.
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