Madre Tierra
Tal vez el mar es tu llanto,
una lágrima alta y sola,
que guarda en su caracola
los ecos de tu quebranto.
Tal vez el cielo es tu manto,
un pañuelo en tu tristeza,
que anudado a tu cabeza
se agita en pos de la calma,
tal vez, tierra mía, es tu alma
la brisa que al sol nos besa.
Lo que sé es que te destruyen,
queman tu bosque y tus valles,
te explotan hasta que estalles,
te humillan mientras te engullen.
Como las langostas bullen
por costas, montes y aldeas,
no libran ni las mareas
que llenan de aceite y plomo
y al que dice quién y cómo
lo matan porque no veas.
¿Quién es? El hombre, tu hermano,
el que durmió en tu pradera,
el que de ti en primavera
tuvo las frutas y el grano.
Se olvidó, se hizo malsano,
ni de su prójimo atiende
la voz de que no se vende
ni el pan ni el mar ni la hombría,
se burla más bien y envía
al tacho a quien no lo entiende.
Pero volviendo a ti, madre,
sigues tierna, sigues bella,
sigues nuestra en cada huella
que en la conciencia taladre.
Sigues fértil como un padre
y dulce pese a los daños,
ya han de aprender tus rebaños
que contigo somos uno
y que sin ti no hay ninguno
que acabe feliz sus años.
Ya así aprenderá el humano
a quererse y a quererte,
que lo contrario es la muerte
y es tener la historia en vano.
Ven, madre, te doy la mano,
seguro este trigo es tuyo
y en mi cabello el arrullo
de tus amores gigantes,
tiempo es de que te levantes,
y yo en ti, porque soy tuyo.
05 03 12
Tal vez el mar es tu llanto,
una lágrima alta y sola,
que guarda en su caracola
los ecos de tu quebranto.
Tal vez el cielo es tu manto,
un pañuelo en tu tristeza,
que anudado a tu cabeza
se agita en pos de la calma,
tal vez, tierra mía, es tu alma
la brisa que al sol nos besa.
Lo que sé es que te destruyen,
queman tu bosque y tus valles,
te explotan hasta que estalles,
te humillan mientras te engullen.
Como las langostas bullen
por costas, montes y aldeas,
no libran ni las mareas
que llenan de aceite y plomo
y al que dice quién y cómo
lo matan porque no veas.
¿Quién es? El hombre, tu hermano,
el que durmió en tu pradera,
el que de ti en primavera
tuvo las frutas y el grano.
Se olvidó, se hizo malsano,
ni de su prójimo atiende
la voz de que no se vende
ni el pan ni el mar ni la hombría,
se burla más bien y envía
al tacho a quien no lo entiende.
Pero volviendo a ti, madre,
sigues tierna, sigues bella,
sigues nuestra en cada huella
que en la conciencia taladre.
Sigues fértil como un padre
y dulce pese a los daños,
ya han de aprender tus rebaños
que contigo somos uno
y que sin ti no hay ninguno
que acabe feliz sus años.
Ya así aprenderá el humano
a quererse y a quererte,
que lo contrario es la muerte
y es tener la historia en vano.
Ven, madre, te doy la mano,
seguro este trigo es tuyo
y en mi cabello el arrullo
de tus amores gigantes,
tiempo es de que te levantes,
y yo en ti, porque soy tuyo.
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