Palabras para el tiempo
Tiempo, tiempo difícil,
con nieblas en la urbe, con un piano
ya casi desdentado de tanto repetirse,
de tanto tango gris, de oídos sordos,
de simples marionetas, cual camisa en los cordeles,
en el portal del pueblo, en la estación de la gran urbe,
en la sal del reloj que boca adentro se descuaja.
Nadie, nada, ninguno en las puertas de su duda,
de su lento tic tac que carcome en las venas,
en los orgasmos de macho y hembra hermosa,
en las circulaciones del vino en nuestra sangre.
Quiero, tiempo cobarde, quiero hilachas
de tu verdad en mi hombro, de tu pared en mi anticipo,
de tu orgullo en mi ansia de dejarte hecho semilla,
de labrarte cual granito en tu bandada de aves negras.
Quiero, tiempo, un beso de tu muerte decisiva,
de tanta eternidad que vas dejando entre los muslos,
entre los cuerpos, entre las almas del inocente humano que anda.
No vine a batallar con tus cadenas,
no vine a interferir con tu galope,
pero quiero algún trébol que morder mientras tu nube
me deja sus lecciones, recostado yo en el prado
de la vida y de los sueños, de la noche humildemente,
allí donde algún beso las borre dulcemente
y, simplemente, tiempo, te crea mío para siempre.
30 09 11
Tiempo, tiempo difícil,
con nieblas en la urbe, con un piano
ya casi desdentado de tanto repetirse,
de tanto tango gris, de oídos sordos,
de simples marionetas, cual camisa en los cordeles,
en el portal del pueblo, en la estación de la gran urbe,
en la sal del reloj que boca adentro se descuaja.
Nadie, nada, ninguno en las puertas de su duda,
de su lento tic tac que carcome en las venas,
en los orgasmos de macho y hembra hermosa,
en las circulaciones del vino en nuestra sangre.
Quiero, tiempo cobarde, quiero hilachas
de tu verdad en mi hombro, de tu pared en mi anticipo,
de tu orgullo en mi ansia de dejarte hecho semilla,
de labrarte cual granito en tu bandada de aves negras.
Quiero, tiempo, un beso de tu muerte decisiva,
de tanta eternidad que vas dejando entre los muslos,
entre los cuerpos, entre las almas del inocente humano que anda.
No vine a batallar con tus cadenas,
no vine a interferir con tu galope,
pero quiero algún trébol que morder mientras tu nube
me deja sus lecciones, recostado yo en el prado
de la vida y de los sueños, de la noche humildemente,
allí donde algún beso las borre dulcemente
y, simplemente, tiempo, te crea mío para siempre.
30 09 11
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