Elijo la separación del dogma
para pecar a mis anchas
es la carne parte de la liberación de las bestias
y el trance
transmutación del monstruo vuelto alma
al toparse con la muerte.
Soy el despojo del vivo corte
post revolucionario
del Honoris Causa a los ciervos
del positivismo de fe Sierrista
como ateneo de México
heleno de complejos velos.
Soy uno de los ecos selváticos
del chimpancé Comtiano
que llora
de lunas
después fui el que lloraba
cuando a Buda
se le daba la gana el dejarme con pulgares
pero sin el traje parisino
de las Andreas como aureolas que me someten.
Me comprendo entre la bucólica de Spencer
como el vegetal ateniense
que melancólico sucumbe
en las siembras sin sueños.
No retomé el satín por el zarape
ni el tuché por el destrampe
del porfirismo
y su pragmatismo
parisísimo
descarado.
Soy el exiliado de la Huerta
amigo Victoriano golpeador de estados
fonéticos y proféticos de mi alborada
sucumbo ante el estadía de mil Díaz
sin ser Félix por semejante salvajismo.
Apostólico crucifiqué
el falto flato de letras
en misiones estructurales
sin frutas ni soperos
la cultura es para el arte del espíritu
que intriga ante la fatiga del descontento
o del balazo certero antes o anterior o antepenúltimo; Oh! mi Antonieta.
Misericordia para el candidato
látigo para el diputado vestido de policía
como no llorar el goteo palanganar de mi Vasconcelista acompañante
eras una orquídea Ortiz de bisutería y no de Rubio teñida o de Rubí.
¿cómo levantarme en armas clamando el desangre de mi mártir aquella tarde hasta tacubaya?
si solo éramos unos románticos
ante un desfilar de estatuas caciques.
El vespertino excelso
y mi antorcha sin fuego
Oh! mi Raza Cósmica
solo soy el mismo Criollo
bajo La Tormenta
de El Desastre
de El Proconsulado sin su Flama
Qué Historia y Tragedia
de mis muertes al horizonte
y mis penurias erróneas
Calles sin pletores ni Plutarcos marcos ni hombres de verdad.
Solo me queda un silencio
aquí en el último momento
donde guardaré el agónico respiro
sobre el aliento de mi descanso
en mis tumbas
en mis bibliotecas
y en la América
por la que tanto pené.
para pecar a mis anchas
es la carne parte de la liberación de las bestias
y el trance
transmutación del monstruo vuelto alma
al toparse con la muerte.
Soy el despojo del vivo corte
post revolucionario
del Honoris Causa a los ciervos
del positivismo de fe Sierrista
como ateneo de México
heleno de complejos velos.
Soy uno de los ecos selváticos
del chimpancé Comtiano
que llora
de lunas
después fui el que lloraba
cuando a Buda
se le daba la gana el dejarme con pulgares
pero sin el traje parisino
de las Andreas como aureolas que me someten.
Me comprendo entre la bucólica de Spencer
como el vegetal ateniense
que melancólico sucumbe
en las siembras sin sueños.
No retomé el satín por el zarape
ni el tuché por el destrampe
del porfirismo
y su pragmatismo
parisísimo
descarado.
Soy el exiliado de la Huerta
amigo Victoriano golpeador de estados
fonéticos y proféticos de mi alborada
sucumbo ante el estadía de mil Díaz
sin ser Félix por semejante salvajismo.
Apostólico crucifiqué
el falto flato de letras
en misiones estructurales
sin frutas ni soperos
la cultura es para el arte del espíritu
que intriga ante la fatiga del descontento
o del balazo certero antes o anterior o antepenúltimo; Oh! mi Antonieta.
Misericordia para el candidato
látigo para el diputado vestido de policía
como no llorar el goteo palanganar de mi Vasconcelista acompañante
eras una orquídea Ortiz de bisutería y no de Rubio teñida o de Rubí.
¿cómo levantarme en armas clamando el desangre de mi mártir aquella tarde hasta tacubaya?
si solo éramos unos románticos
ante un desfilar de estatuas caciques.
El vespertino excelso
y mi antorcha sin fuego
Oh! mi Raza Cósmica
solo soy el mismo Criollo
bajo La Tormenta
de El Desastre
de El Proconsulado sin su Flama
Qué Historia y Tragedia
de mis muertes al horizonte
y mis penurias erróneas
Calles sin pletores ni Plutarcos marcos ni hombres de verdad.
Solo me queda un silencio
aquí en el último momento
donde guardaré el agónico respiro
sobre el aliento de mi descanso
en mis tumbas
en mis bibliotecas
y en la América
por la que tanto pené.
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