A G. Sarmiento.

G. Sarmiento escribió:Oye! Eso no vale...estás usando la artillería...y yo una simple espada...!!!
¿Quieres que te conteste, amigo? Yo lo puedo hacer...pero en este caso necesito que tú me lo autorices...La otra autorización ya me la dieron, pero ahora necesito la tuya...¿Quieres que en verdad te conteste? Un abrazo.

Recaredo escribió:[b]


A G. Sarmiento.

Me preguntas, Gregorio:
¿Cómo he llegado aquí,
a este extremo que mi horizonte cierra?
Recuerdo que pasé,
sí, pasé por esta tierra
que -dicen- es Edén…
No encontré ruiseñores en el jardín,
ni arroyuelos de leche o miel,
tampoco huríes
de bellos ojos verdes
y alabastrina piel
y, mucho menos un Ángel,
o un Querubín;
sólo serpientes y cuervos
que al pasar me miraban
de perfil,
claras dejando así
sus intenciones.
No obstante, amigo mío, yo proseguí;
me acompañaban, ¡eso sí!
mis negros nubarrones.

Recaredo escribió:[b]


A G. Sarmiento.

Me preguntas, Gregorio:
¿Cómo he llegado aquí,

Recaredo escribió:[b]


A G. Sarmiento.

Me preguntas, Gregorio:
¿Cómo he llegado aquí,
a este extremo que mi horizonte cierra?
Recuerdo que pasé,
sí, pasé por esta tierra
que -dicen- es Edén…
No encontré ruiseñores en el jardín,
ni arroyuelos de leche o miel,
tampoco huríes
de bellos ojos verdes
y alabastrina piel
y, mucho menos un Ángel,
o un Querubín;
sólo serpientes y cuervos
que al pasar me miraban
de perfil,
claras dejando así
sus intenciones.
No obstante, amigo mío, yo proseguí;
me acompañaban, ¡eso sí!
mis negros nubarrones.