Claudicando en la mente de un poeta…
Torcidos templos en demoníacos,
No contemplan la sutileza de un poeta…
Que coman de mis hojas expuestas,
Sacudan el pensamiento con la visión
En compañía de un profeta…
No susurren, que por más que quieran,
¡La poesía es mi tortura!…
Grítame en la cara,
Palméame la espalda,
Recuérdame a mi madre…
Que con ímpetus,
Dirigió mis impulsos,
Ante tu atrofia…
Doce voces…
-¡Quejumbrosas sacuden mi cabeza!…
-¡¿Que dicen?!
No contemplare sus errores,
Puesto que los míos solo son,
Atributos a mi lectores…
Mi pación no abandonare,
Pues dentro de las doce voces,
Una más fuerte y seductora,
Me dicta ¡sigue adelante!...
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