De los labios de la niebla
descendió nuestro placer,
de umbral de duna
y techo de acero
de la palabra cansada,
de un ruido prolongado
que sale por el techo
y de golondrinas siempre blancas.
Eras cintura de vapor
en tu cuerpo desierto,
sin supervivencia,
hasta el flujo del rocío
eran simulacros nupciales
para poder caminar
sin engañar al pájaro,
ni al corazón del árbol
el éxtasis del fruto.
Toma pensamiento mio,
aquí está la arena muerta,
aquí está el cuerpo salvado.
La mujer respira,
el hombre está en pie.
descendió nuestro placer,
de umbral de duna
y techo de acero
de la palabra cansada,
de un ruido prolongado
que sale por el techo
y de golondrinas siempre blancas.
Eras cintura de vapor
en tu cuerpo desierto,
sin supervivencia,
hasta el flujo del rocío
eran simulacros nupciales
para poder caminar
sin engañar al pájaro,
ni al corazón del árbol
el éxtasis del fruto.
Toma pensamiento mio,
aquí está la arena muerta,
aquí está el cuerpo salvado.
La mujer respira,
el hombre está en pie.
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