Predigo una ilusión
Predigo una ilusión como un canguro,
con sueños marsupiales y llanuras,
con saltos en el prado y hojarascas
en que envolver pezones y retoños.
Así en la piel más tibia de los sueños
los ríos crecerán llenos de arbustos,
de peces en las ramas de las nubes,
de nubes sumergidas en los lagos.
Y a solas en la unión de las orillas,
allí donde los huesos se hacen musgo
y el musgo corazón de piedras verdes,
allí donde se fundan las ciudades,
en una huella que olvidara un peregrino,
allí florecerán cual edificio,
cual torreón de iglesias y campanas,
las primaveras de un amor desventurado,
pero que pese al cataclismo se hizo furia,
firmeza, tenedor, amplio cansancio
en que aflojar el puño enrojecido
y el pálpito en la sien que no condujo a nada.
Seguro estoy del sol, no sólo porque me habla,
no sólo porque inunda mis huesos polo a polo,
sino porque al mirar tus ojos taciturnos
es su alto resplandor el que ilumina mis nostalgias.
Adentro el pedernal se mantendrá encendido
e igual que las ardillas se llenará el granero
de frutos de pasión, de siembras de añoranza,
de tallos de paciente porvenir esperanzado.
Predigo pues la unión del otoño con las olas,
la prueba son los árboles solemnes, verticales,
cuyas hojas se mecen en el vaivén de las tormentas.
Mal tiempo no es dolor, la cruz de un cielo oscuro
es sólo la visión de un sacrificio que lo vale.
Tendrá forma el dolor de fuelle en que se templan
los hierros de la herida que forjan fuentes de oro.
23 06 10
Predigo una ilusión como un canguro,
con sueños marsupiales y llanuras,
con saltos en el prado y hojarascas
en que envolver pezones y retoños.
Así en la piel más tibia de los sueños
los ríos crecerán llenos de arbustos,
de peces en las ramas de las nubes,
de nubes sumergidas en los lagos.
Y a solas en la unión de las orillas,
allí donde los huesos se hacen musgo
y el musgo corazón de piedras verdes,
allí donde se fundan las ciudades,
en una huella que olvidara un peregrino,
allí florecerán cual edificio,
cual torreón de iglesias y campanas,
las primaveras de un amor desventurado,
pero que pese al cataclismo se hizo furia,
firmeza, tenedor, amplio cansancio
en que aflojar el puño enrojecido
y el pálpito en la sien que no condujo a nada.
Seguro estoy del sol, no sólo porque me habla,
no sólo porque inunda mis huesos polo a polo,
sino porque al mirar tus ojos taciturnos
es su alto resplandor el que ilumina mis nostalgias.
Adentro el pedernal se mantendrá encendido
e igual que las ardillas se llenará el granero
de frutos de pasión, de siembras de añoranza,
de tallos de paciente porvenir esperanzado.
Predigo pues la unión del otoño con las olas,
la prueba son los árboles solemnes, verticales,
cuyas hojas se mecen en el vaivén de las tormentas.
Mal tiempo no es dolor, la cruz de un cielo oscuro
es sólo la visión de un sacrificio que lo vale.
Tendrá forma el dolor de fuelle en que se templan
los hierros de la herida que forjan fuentes de oro.
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