Abrí las ventanas y ante mí se mostro un ondeante mar de distintos tonos de verde, el trigal se mecía siguiendo las invisibles ondas del viento. Aquello era tan intenso que daban ganas de sumergirse en el, de dejarse llevar por esas ondas y perderse en su mágico vaivén.
Esa mañana estaba particularmente hermosa, el sol tibio acariciaba los malvones dejando esparcir en la brisa el aroma suave y dulce.
Todo el jardín lucía esplendoroso, tal vez regalaba esa hermosura anticipándose a un frío invierno.
Mi memoria jugó entre los surcos del viento y tu recuerdo se apoderó de mi mente, acariciando mi corazón. Te vi correr con tus cabellos sueltos, enredándose en tu cuello, sonriendo feliz, abriendo tus brazos hacia mí.
Cómo olvidar, esa imagen de ti invitándome a naufragar en lo recóndito de tu pecho tibio, en la calma de tu alma dormida llena de armonía al sutil movimento de tu respiracíon, en tu cerco de mujer en lllamas consumiendo mis desbordes de pasíon, en la claridad de tus aguas fresacas que sabían saciar la sed de mi alma.
Me volví al interior del dormitorio a buscar un abrigo liviano porque de golpe, un escalofrío recorrío mi cuerpo, miré sobre la mesa de noche para ver tu retrato, como si mi memoria nesecitase mirar una foto para recordar tu rostro, en ella vive cada surco de tu sonrisa, cada gesto de tus palabras, hasta esas pequeñas arrugitas alrededor de tus ojos, que tu detestabas tanto y que yo amaba.
Es que el día se llenaba de tu aroma, mezclado con los aterciopelados malvones del balcón y tu luz llenaba cada rincón oscuro de nuestra habitación. Tu presencía trasendía más allá del umbral del tiempo, más alllá de la muerte, jamás se fue de mi lado. Al ver esta mañana así, tan perfecta, no pude evitar pensar en ti. Como no pensar en ti si eres parte de este cuerpo, eres parte de los pétalos, de los campos que se mecen adormeciendo el viento en su cuna de verdes profundos. Eres parte de los murmullos cotidianos, de los mañaneros trinos, hasta del aroma del café, todo lo ocupa tu memoria. Como no pensar en tí, es difícil no presentirte en cada hecho de mi vida, todo este ser que vivío para amarte ha de vivir también para venerarte, aunque no estés.
Salí sin prisa a recorrer las pasturas, cosa que hacía cada mañana,, era agradable sentir el aire fresco y húmedo penetrar por la nariz y llenar los pulmones. Mi ´´Pequeño´´, así le llamaba al caballo que me acompañaba en mis recorridos, como le había criado de potrillo se había convertido en mi fiel compañero.
El paso lento de Pequeño me llevaba a travez del valle controlando los trabajos cotidianos del campo deteniéndome de vez en cuando para conversar con los peones, dar órdenes o enterarme de la buenas nuevas familiares, todos compartían sus vidas conmigo concientes de mi soledad.
Al andar, mis pensamientos se perdían trás las huellas del sendero, casi monótono por cotidiano, me sorprendía muchas veces conversando en voz alta contigo, como si tú aún me acompañaras. Cualquiera que me halla visto en esos menesteres no dudaría en decir que al partir tú, se apropío de mí la locura. Quizás despúes de hecho que viví esa mañana fresca de Abríl, nadie daría un céntimo por mi cordura pero aún así continúo con mi vida como si tú jamás te hubieras ido.
Me encontraba sentado en la cerca que rodeaba el sembrado del trigo, éste estaba tierno y alto, me gustaba ver como la brisa jugaba con la gama de verde, Así como tú lo llamabas:´´mi mar en calma´´. Trataba de reponerme del dolor que me causaba tu ausencia contemplando todo aquello que tú amabas. Y allí estaba cuando ví tu figura envuelta en una luz blanca brillante, caminando entre el espeso trigal. Sonreías, y tu rostro irradiaba una inmensa paz, creí enloquecer por momentos de las ganas de correr a ti y abrazarte, pero mi cuerpo no me respondía, la mente sabía que no podía ser real, te acercaste a mí con suavidad y aunque no veía tus labios moverse escuché casí como un susurro de tu voz en mis oidos:
-Siempre estaré contigo, no sufras, aqui me encontrarás, acompañándote, en las ondas del viento sentirás mi abrazo, no llores, estoy contigo.-
No lo había notado mi rostro estaba empapado de lágrimas. Cerré los ojos intentando abrazarte, pero mis brazos no sentían tu cuerpo.
Volví a mirarte pero ya no estabas. Así como habías llegado, te habias ido.
Una paz desconocida se había alojado en mi alma desde ese momento, haciéndome comprender que tu presencia allí no era casual ni sin sentido, habías vuelto para que comprendiera que no me habías dejado, que siempre estarías conmigo.
Desde aquel momento pude continuar con mi vida, sencillamente porque tú estás conmigo en cada paso, en cada suspiro, en cada brisa que atraviesa mi cuerpo.
Claudia Zárate
Última edición por Myrross el Mar Ago 10, 2010 8:52 am, editado 2 veces
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