En mi melancolía estoy inerte bajo
las penas con las cuales la vida hiere,
una fluctuación dolorosa entre el placer y
el lugar donde los besos
y mi voz sugirieron un final apagado.
Existes, sobrevives,
eres aún aquella que profundiza
la alegría que llega repentinamente,
para desatar la tormenta
a la media noche,
cuando llega el deseo a mi cuerpo,
en el bosque complejo de la sangre,
con el impacto secreto del recuerdo.
Una protección cerrada para mi cordura,
es seguir buscándote para sumergirme en las cavernas,
y así esconderme de la nostalgia que se hace
con la sustancia de la frustración.
Te pienso condensándote de la bruma excitada,
probando otros cuerpos, otra manera,
pero esperando que como bola de fuego luminoso
vuelvas a calentar el frío, paso a paso,
de este pequeño equilibrista que se desplaza
en la cuerda floja.
Desapareciste de mi mundo,
perfecta negrura,
silencio que se atora entre los dientes,
dejándome sólo con el consuelo de saber
que aunque la hojas caigan,
¡quedan las ramas!.
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