Cerca del amanecer el dolor y el sueño,
cómo los silencios del alma,
el mundo despunta y
siembra los planes de la nostalgia.
Y la tristeza sin las marcas del alma,
un sepulcro grande en la noche,
tono subido a negro,
color del velo para un día inacabable.
Si crees en la noche,
a mí me da miedo el alba,
ha traído al silencio,
el corazón del mundo está en sus ojos.
Mi risa pasa a través de la ciudad,
mi sed va a los ríos,
que se derrota y
cae en pedazos.
Son el tiempo
que mis horas lleva,
mi esperanza,
allí ninguna canción
puede en su acento dar
amapolas de luz a mis manos,
tentaciones fructuosas del fuego
que me transforman hoy en cenizas.
La vida, como el
mismo silencio,
hace una rotura en mi nombre,
como la muerte,
sin lugar a mi rebelión
me ha tomado con su mano,
para no estar solo entre las flores.
Debo ser hallado,
todo lo nacido tuvo que ser visto,
se oculta en cada cosa posible,
detenedme el borde terrible de la alborada
y bañadme con agua bendita.
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