a solas, con mi estilo infalible y misterioso;
tan propio de mí. Me asomo a la divergida gema
para que me consuele y arrulle de ternura,
con sus opresivos brazos sabiondos a cera caliente,
aferrados a mi lánguida piel con sensualidad y soltura.
Será el hedonismo maldito que me hace ser divina
e incita a corromper las olas de aquél mar,
ése tan lejano, aunado y perdido en la oscuridad.
No es suficiente...
Bien, el universo íntimo es reflejado en dos cuerpos
que hoy buscan encontrarse, jactarse de célebres placeres
aguerridos y punzocortantes; que rajen el corazón de dos
y lo transforme en abstracta quimera, con sus almas
puestas en la vacuidad de sus emociones concomitantes,
necesitadas y satisfechas en profunda soledad.
El olor del río acrecienta ribeteado de armiño
cada vez con más intensidad. Y yo no encuentro abogar
por evaporarte de mi destino; porque tus dedos... Ah,
-suspiro-, tus dedos volvieron a frotar mi cuerpo en desatino,
mis pálidas entrepiernas, mis labios de carmín y mi vientre mortal.
Lo hiciste otra vez en los rasgos acusados de mis sueños revelados
y desesperantes, que traumáticos me categorizan.
So payasa, no sé cómo escapar de ahí.
Ahora espero consumar la taimada e implacable comedia
que transforme mis noches agrias y me permita ilesa,
mascullar entre dientes lo que deseo antes de morir;
sin cometer la imprudencia de ser piedra para el altar,
sin regresar a mi esencia intrépita y maltrecha de arlequín.
Estoy débil, y sabes que necesito asirme de ti,
para que dinames nuestros cauces que corren a raudales,
fluctuantes, entre sonrisas y pesares; lo que me motiva
a darte el rotundo y travieso "sí".
Pero ésta piel que a solas suda me aterra,
me domina y encierra en el deseo de Eros, me convierte
en la Psique de tus penas inciertas.
Se alteran las pecas de mi cadavérico jardín,
toda vez que quedan expuestas a solas,
sin ti y de ti; oh, sólo yo sé que sí...
Entonces es cuando me entierro en la fruta ajena,
buscando como centinela una justificación sabia
que arranque el dolor de mis ojos estrellados,
e impida que siga pensando en ti, una y otra vez
en la soledad de mis noches veraniegas; que me selle en el
acantilado desvariante de mis nuevas condenas, que limite
mis delirios cuando te conviertas en mi más preciado querubín.
Te quiero.
Siniestra Nostram.
Última edición por Siniestra Nostram el Lun Jul 12, 2010 8:32 pm, editado 1 vez
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