Ángela y Nocturno
Ángela asoma su mirada tras la noche de Verano
y encinta la Luna con su halo formidable
nutre del silencio el asomo de su mano,
tibia aurora que resguarda al amable...
Eco del susurro que responde a la mirada
del quebranto de las olas, enternecida,
con el frenesí vasto de su sonrisa enamorada
aconteciendo de la luna la distancia amanecida.
Trémulo, Nocturno roe la esbeltez de su conjuro
él ala las olas y las aves de su cabello madrigal,
de sentir la noche envuelta en su morada, duro
con el batir de los roces y las sirenas del trigal.
Arrienda en suerte los pasajeros aromas
que visten las doncellas en el trigo
aromas fuertes, para rescatarlo, el soplo de un amigo
enhiestas amapolas que despiden cinerarias, damas.
Y del Nogal, el tibio esfuerzo consumido
al acercarse perjuro, Trémulo, Nocturno
Ángela lo recibe satisfecha, no han huido
de sus magnolias las violetas y oro diurno.
Él tange su esbeltez desde la cintura
y a los sorbos del vino amanecido
las rosas se preparan a su altura
para vestir el lecho y su sueño permitido.
Ángela y Nocturno amanecen tras la noche,
en el alba que conmueve sus latidos
pues entre ellos las violetas en su broche
saben su secreto y sus besos recibidos.
De la noche la plegaria de sus roces
es oro terso en el perfume del hartazgo
pues ellos del alba amaron tibios goces
y sus latidos fueron noches y en la noche hallazgo.
Ángela asoma su mirada tras la noche de Verano
y encinta la Luna con su halo formidable
nutre del silencio el asomo de su mano,
tibia aurora que resguarda al amable...
Eco del susurro que responde a la mirada
del quebranto de las olas, enternecida,
con el frenesí vasto de su sonrisa enamorada
aconteciendo de la luna la distancia amanecida.
Trémulo, Nocturno roe la esbeltez de su conjuro
él ala las olas y las aves de su cabello madrigal,
de sentir la noche envuelta en su morada, duro
con el batir de los roces y las sirenas del trigal.
Arrienda en suerte los pasajeros aromas
que visten las doncellas en el trigo
aromas fuertes, para rescatarlo, el soplo de un amigo
enhiestas amapolas que despiden cinerarias, damas.
Y del Nogal, el tibio esfuerzo consumido
al acercarse perjuro, Trémulo, Nocturno
Ángela lo recibe satisfecha, no han huido
de sus magnolias las violetas y oro diurno.
Él tange su esbeltez desde la cintura
y a los sorbos del vino amanecido
las rosas se preparan a su altura
para vestir el lecho y su sueño permitido.
Ángela y Nocturno amanecen tras la noche,
en el alba que conmueve sus latidos
pues entre ellos las violetas en su broche
saben su secreto y sus besos recibidos.
De la noche la plegaria de sus roces
es oro terso en el perfume del hartazgo
pues ellos del alba amaron tibios goces
y sus latidos fueron noches y en la noche hallazgo.
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