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por Recaredo Sáb Jun 19, 2010 2:36 pm[b]
(I Ventana)
Hoy el mundo es distinto.
Distinto del que antaño conociera,
allá
por los lejanos tiempos de mí infancia;
cuando
con la ilusión y la esperanza intactas,
correteaba con los demás zagales,
por las altas y agrestes lontananzas
y por el verde mar de los trigales.
Recuerdo aquella esfera
de luz a borbotones, que lucía
bajo aquel cielo azul de Andalucía,
cuyo calor hiriente
taladraba mí mente
y preñaba los campos de alegría.
Sí, recuerdo aquellos años.
El mundo aquel de mi niñez austera,
de miseria y de hambre;
pero, en el cual, mí sangre
ardía, como arde el sol en primavera.
(II Ventana)
Luego, vino otro tiempo.
Distinto al anterior; también a éste
donde hoy me sumerjo.
Un tiempo
doloroso, de aburridos hastíos
y placeres
fugaces entre dedos de arcilla.
Un tiempo
enrarecido, de ideales siniestro,
de promesas y engaños;
de desarraigos tristes de mis cielos
a otros cielos extraños.
Allí mostró la vida sus colmillos,
y a dentelladas cercenó mí ilusión.
Bajo este cielo extraño y amarillo
germinó mí simiente;
y volví a sentir hambre,
pero, hambre de otro pan muy diferente.
La risas de unos niños
mantuvieron aún viva mí esperanza.
La obligación de padre
acaparó mí vida,
y, con el alma herida,
dejé el pensamiento
suspendido en el aire.
(III Ventana)
Este tiempo de hoy;
tan diferente a los demás descritos,
donde me hallo con mi cuerpo doliente
revolviendo las brumas de mí mente,
conforme más me acerco a lo infinito,
quizá sea el verdadero.
El auténtico tiempo sin quimeras.
La meta, no triunfal de la carrera.
La auténtica verdad de la existencia,
donde la vida torna de regreso;
dejando su equipaje en el expreso,
con tan sólo el valor de la experiencia.
Nada soy.
Y nada fui.
Sólo un recuerdo
que se diluye lentamente en el glauco
vapor de mí cerebro.
La madre ya me espera abierto el seno.
Y quizá, otro ser del mismo cieno
se alzará,
como otro Adán cualquiera;
al que igualmente, el tedio y el hastío
derrotaran, después de que la sangre
le arda en primavera.
Recaredo
Hoy el mundo es distinto.
Distinto del que antaño conociera,
allá
por los lejanos tiempos de mí infancia;
cuando
con la ilusión y la esperanza intactas,
correteaba con los demás zagales,
por las altas y agrestes lontananzas
y por el verde mar de los trigales.
Recuerdo aquella esfera
de luz a borbotones, que lucía
bajo aquel cielo azul de Andalucía,
cuyo calor hiriente
taladraba mí mente
y preñaba los campos de alegría.
Sí, recuerdo aquellos años.
El mundo aquel de mi niñez austera,
de miseria y de hambre;
pero, en el cual, mí sangre
ardía, como arde el sol en primavera.
(II Ventana)
Luego, vino otro tiempo.
Distinto al anterior; también a éste
donde hoy me sumerjo.
Un tiempo
doloroso, de aburridos hastíos
y placeres
fugaces entre dedos de arcilla.
Un tiempo
enrarecido, de ideales siniestro,
de promesas y engaños;
de desarraigos tristes de mis cielos
a otros cielos extraños.
Allí mostró la vida sus colmillos,
y a dentelladas cercenó mí ilusión.
Bajo este cielo extraño y amarillo
germinó mí simiente;
y volví a sentir hambre,
pero, hambre de otro pan muy diferente.
La risas de unos niños
mantuvieron aún viva mí esperanza.
La obligación de padre
acaparó mí vida,
y, con el alma herida,
dejé el pensamiento
suspendido en el aire.
(III Ventana)
Este tiempo de hoy;
tan diferente a los demás descritos,
donde me hallo con mi cuerpo doliente
revolviendo las brumas de mí mente,
conforme más me acerco a lo infinito,
quizá sea el verdadero.
El auténtico tiempo sin quimeras.
La meta, no triunfal de la carrera.
La auténtica verdad de la existencia,
donde la vida torna de regreso;
dejando su equipaje en el expreso,
con tan sólo el valor de la experiencia.
Nada soy.
Y nada fui.
Sólo un recuerdo
que se diluye lentamente en el glauco
vapor de mí cerebro.
La madre ya me espera abierto el seno.
Y quizá, otro ser del mismo cieno
se alzará,
como otro Adán cualquiera;
al que igualmente, el tedio y el hastío
derrotaran, después de que la sangre
le arda en primavera.
Recaredo
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