Por la cadencia
De la cadencia de tu cuerpo yace, en doble espíritu,
el solo aliento que mi verbo place, junto al refugio,
de tu propuesta vega, desde tu ímpetu,
al solazar virtud que friega alas, en el efugio
de un corazón que roba tu mirada,
junto al acecho de la voz que perpetúa tu dialecto
y en otra suave, pena, cual efecto,
tu diurna espera aguarda, enarbolada…
Inminente, fluye en el oriente una bandada
de silencio. Al doblegar la rosa es ultimada
por la boca, erosión que la glosa en el anverso
de su luna, quiere con pasión, la decorosa
rosa perpetuada. Y si en mi verso
captas un sigilo que te seda, ó vulnerable prosa,
el eco de mi Faetón, llora y aguza
el solo suelo de mi pasión, cual verso usa…
Desde tu Olimpo, fluye y sedará tanto en abrigo,
dobles quimeras, que la eclosión del vulnerable pago
hace el intento, por proclamar de tu efluvio que mitigo
el doble amor, de mi única Afrodita; y yago,
vituperante el lazo campeador, desuella el limbo
de un penetrante amanecer, desde su alba,
en otra histeria de efusión, que última, salva
en derredor, el mal de que acrecienta, hasta su nimbo…
Verdugo en llamas, arde de su efusión la doble calma,
en otra risa: sirena de mi apostura que proclama,
y sorda, yace en el ego de un taimado verso y alma
donde un doncel, de tu ventura, sólo ama…
Y hacia el cordel maniatado en hermosura,
yace y distingue erosionado de placer,
cual justo reclinado horada, y al nacer,
su verso es la postura de su verde figura…
Resiste el ego transido hasta querer el artificio,
de su doble quimera, tan justo el sacrificio
como vulnerables loas, que hasta el bello juicio
de su imán, en doble compostura nacarada,
entibia el ala de su mar, en sueños altercada,
contra la endecha de su bien, que asiste el quicio
su vulnerable Paraíso, de lenta fruición, trocada.
Por la cadencia que te escoja, la doble llamarada.
Y en sombras, tan extasïado palo, vuela a su desvelo,
cual enturbïada llama, de su desigual pelo,
al viento encomendando su sustento,
nadando por el mar, del mar, sediento…
Y en otro Orbe, la asidua llamarada,
busca el pleito de latir su brisa afable,
en otra risa vulnerable; yace prendada,
de su única labor, muda y refrenable…
Extasía: del verbo enajenado, la prosa desigual
que la costumbre ha amado, de su lento cristal.
De la cadencia de tu cuerpo yace, en doble espíritu,
el solo aliento que mi verbo place, junto al refugio,
de tu propuesta vega, desde tu ímpetu,
al solazar virtud que friega alas, en el efugio
de un corazón que roba tu mirada,
junto al acecho de la voz que perpetúa tu dialecto
y en otra suave, pena, cual efecto,
tu diurna espera aguarda, enarbolada…
Inminente, fluye en el oriente una bandada
de silencio. Al doblegar la rosa es ultimada
por la boca, erosión que la glosa en el anverso
de su luna, quiere con pasión, la decorosa
rosa perpetuada. Y si en mi verso
captas un sigilo que te seda, ó vulnerable prosa,
el eco de mi Faetón, llora y aguza
el solo suelo de mi pasión, cual verso usa…
Desde tu Olimpo, fluye y sedará tanto en abrigo,
dobles quimeras, que la eclosión del vulnerable pago
hace el intento, por proclamar de tu efluvio que mitigo
el doble amor, de mi única Afrodita; y yago,
vituperante el lazo campeador, desuella el limbo
de un penetrante amanecer, desde su alba,
en otra histeria de efusión, que última, salva
en derredor, el mal de que acrecienta, hasta su nimbo…
Verdugo en llamas, arde de su efusión la doble calma,
en otra risa: sirena de mi apostura que proclama,
y sorda, yace en el ego de un taimado verso y alma
donde un doncel, de tu ventura, sólo ama…
Y hacia el cordel maniatado en hermosura,
yace y distingue erosionado de placer,
cual justo reclinado horada, y al nacer,
su verso es la postura de su verde figura…
Resiste el ego transido hasta querer el artificio,
de su doble quimera, tan justo el sacrificio
como vulnerables loas, que hasta el bello juicio
de su imán, en doble compostura nacarada,
entibia el ala de su mar, en sueños altercada,
contra la endecha de su bien, que asiste el quicio
su vulnerable Paraíso, de lenta fruición, trocada.
Por la cadencia que te escoja, la doble llamarada.
Y en sombras, tan extasïado palo, vuela a su desvelo,
cual enturbïada llama, de su desigual pelo,
al viento encomendando su sustento,
nadando por el mar, del mar, sediento…
Y en otro Orbe, la asidua llamarada,
busca el pleito de latir su brisa afable,
en otra risa vulnerable; yace prendada,
de su única labor, muda y refrenable…
Extasía: del verbo enajenado, la prosa desigual
que la costumbre ha amado, de su lento cristal.
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