Me gustaría decírtelo
Me gustaría
llorar un poco
toda esta ausencia.
Mi pecho, labró el encierro
que me acometió tu luna,
O fui sólo
sólo yo,
un alambrado
que empezó
a trincharme
y me recluí
en el escondite
de mi alma.
Fui tal vez la prueba de un silencio.
Tal vez sólo el silencio, a medias, de una prueba.
Tal vez todo el arte, de un viento,
que se llevaba todo,
sin buscarte.
Donde no nevaba otro cantar que sublimes elocuencias trastocadas de lluvia
de amor,
a pesar de lo distinto,
a pesar de no buscarte
a pesar,
de un dolor
absurdo?
Sólo sé,
que no sé nada más
que un roto preámbulo sin copla,
abierta al toque de agonía
y no es suficiente,
no es suficiente
para vestir la soledad, aún de amapolas.
No es suficiente
para brotar
ó romper
el espejo ?
Sólo sé
que hice lo correcto.
Que el mar, no es más lejano –cualquier día- que uno elija –cualquier día-
para pararse y observar,
pero tal vez, sí es importante un momento Divino
Un hecho formidable, que transforme la delicia de dos
corazones,
en sólo un fruto…
Un arte sublimado al oro de su búsqueda
ó una simple ráfaga de sal marina
que compare dos besos
con una ciega lucha
que compare dos astros
para un solo universo
para un solo recuerdo, que imborrable
se muera en el ahora, para despertar
toda la brisa.
todas las flores.
El color,
toda el ansia,
el límite y las ganas,
el volante perfecto del automóvil preciso
el timón adecuado
para tu embarcación,
los ojos y el alma
que te sostendrán
para siempre,
tan oportunos labios,
que prohibirán tu risa, algún momento
y secarán todos los ríos,
al único manantial que te recibe,
cuando las arduas noches
truenen lodazales en crespadas lluvias
y rotos vendavales
caigan
sobre ti,
seguro
y sabio,
indulgente
e ignorante
de todo su amor,
abrazándote.
Mi voz es campo. Arden las flores. Arde la lluvia, su frescura frágil.
Arde el verano, sus notas
Arden los pájaros, y llueven las frescas glicinas,
el perfume humedece tu nombre,
y llega el contorno del Sol,
buscando su epíteto sagrado en labios ardientes sobre el crepúsculo necio,
que la tarde, anega concluir.
Sólo la Voz de su mirada
el lecho intacto,
de un día caluroso y fértil, destroza en un solo principio,
el comienzo de la búsqueda
de un solo latido de esperanza
eterna.
Me gustaría
llorar un poco
toda esta ausencia.
Mi pecho, labró el encierro
que me acometió tu luna,
O fui sólo
sólo yo,
un alambrado
que empezó
a trincharme
y me recluí
en el escondite
de mi alma.
Fui tal vez la prueba de un silencio.
Tal vez sólo el silencio, a medias, de una prueba.
Tal vez todo el arte, de un viento,
que se llevaba todo,
sin buscarte.
Donde no nevaba otro cantar que sublimes elocuencias trastocadas de lluvia
de amor,
a pesar de lo distinto,
a pesar de no buscarte
a pesar,
de un dolor
absurdo?
Sólo sé,
que no sé nada más
que un roto preámbulo sin copla,
abierta al toque de agonía
y no es suficiente,
no es suficiente
para vestir la soledad, aún de amapolas.
No es suficiente
para brotar
ó romper
el espejo ?
Sólo sé
que hice lo correcto.
Que el mar, no es más lejano –cualquier día- que uno elija –cualquier día-
para pararse y observar,
pero tal vez, sí es importante un momento Divino
Un hecho formidable, que transforme la delicia de dos
corazones,
en sólo un fruto…
Un arte sublimado al oro de su búsqueda
ó una simple ráfaga de sal marina
que compare dos besos
con una ciega lucha
que compare dos astros
para un solo universo
para un solo recuerdo, que imborrable
se muera en el ahora, para despertar
toda la brisa.
todas las flores.
El color,
toda el ansia,
el límite y las ganas,
el volante perfecto del automóvil preciso
el timón adecuado
para tu embarcación,
los ojos y el alma
que te sostendrán
para siempre,
tan oportunos labios,
que prohibirán tu risa, algún momento
y secarán todos los ríos,
al único manantial que te recibe,
cuando las arduas noches
truenen lodazales en crespadas lluvias
y rotos vendavales
caigan
sobre ti,
seguro
y sabio,
indulgente
e ignorante
de todo su amor,
abrazándote.
Mi voz es campo. Arden las flores. Arde la lluvia, su frescura frágil.
Arde el verano, sus notas
Arden los pájaros, y llueven las frescas glicinas,
el perfume humedece tu nombre,
y llega el contorno del Sol,
buscando su epíteto sagrado en labios ardientes sobre el crepúsculo necio,
que la tarde, anega concluir.
Sólo la Voz de su mirada
el lecho intacto,
de un día caluroso y fértil, destroza en un solo principio,
el comienzo de la búsqueda
de un solo latido de esperanza
eterna.
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