La cita a ciegas

La cita a ciegas

Esas miradas sobre el pantalón,
ese agarrón que a medianoche se escapaba
de tus sueños y que niegas comprender,
pero que gozas con la culpa de un experto.
¿Será que la ciudad de tu expulsión
es la misma que te ofrece sus destrezas,
vivir y más vivir sin vida misma,
un día y otro más hacia el espasmo?
Porque te vas de cita a cada bar,
a cada cama húmeda y sin nombre,
los cuerpos que rodaron por tu piel
no dejan sino el beso de su olvido.
El tuyo se quedó en la habitación,
el resto un regresar bajo la luna,
la diosa que es la única que sabe
que hay miles como tú, perdiendo el acto.
¿Será que lo peor se lleva adentro,
la propia negación, el gusto amargo
de una derrota en pie junto a tu sombra
tan sólo porque tú niegas su paso?
Y acechas en la voz de los iguales
y enseñas otra vez la piel desnuda
y bajas la cortina de la espera
tan sólo por llenar por unas horas el vacío.
Asedias ese goce en que te pierdes,
no es malo sonreír a un par de besos,
pero en toda proporción no ser tú mismo
jamás se ha de llenar con risas huecas.
Alégrate, te buscan en la entrada
y una mano ya baja por tu espalda,
es todo cuanto has de poder saber,
el resto esta canción con la que bailas entre extraños.

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08 01 14