La primera piedra

La primera piedra

Fue un encuentro inolvidable,
y todo iba viento en popa,
yo le quitaba la ropa
ella decía qué amable.
Luego fue lo inevitable,
caballero sin memoria,
se han de imaginar la historia
de aquel cuarto en primavera,
fue mi cuerpo enredadera
y su piel oscura noria.

Dijo entonces, soy casada,
yo también, dije mintiendo,
no por eso estoy muriendo
ni tú vida está acabada.
Eso es cierto, dijo, y nada,
otra vez pieles y besos,
las quimeras, los excesos
de dos cuerpos que se encuentran
y que en sus almas se adentran
sin saber de más regresos.

Luego el alba, el cruento día
con su adiós, su hasta la vista,
ese que no deja pista,
salvo el recuerdo y su orgía.
Si fue ayer, no lo sabría,
si es el de hoy o en mil mañanas,
que hay más de una en las manzanas
que del bien y el mal mordemos,
hombres y hembras lo sabemos
y esto sólo da más ganas.

El asunto es que este asunto
tiene más de un solo ejemplo,
cuántas veces se abre el templo
del placer punto por punto.
Cuántas puertas en conjunto
se abren en la bienvenida,
sólo que al rato se olvida
el mortal de su frontera
y ni el recuerdo le espera
de su amor en la partida.

Yo les digo, ni el más libre
lance la primera piedra,
que a más alto va la hiedra
cuesta más que se equilibre.
El amor tiene un calibre
que traspasa piel y acero,
sólo cuando es verdadero
su disparo no es herida,  
yo les digo no hay salida
que a más flechas, más yo quiero.

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