Canto a la muerte
La ropa baila en los cordeles de la tarde,
hierven las ollas, aúlla en una radio la cantante pop,
no hay más paciencia en la ciudad que no amo,
¿y qué tanto conversan las palomas al ocaso?
Entrégate, te piden los alcaides de tus ojos,
derrámate, el cantinero de tus aurículas doradas,
enjuágate en el sol que se asoma en las cornisas,
desnúdate en la paz que las esquinas no conocen.
Sólo yo me voy, sabiendo nada de tus trucos,
prestándome a traición para ignorar tus osamentas,
elástico y frugal como la máquina del hielo
que lo dejó caer con un crujir de huesos rotos.
Empéñate otra vez en ser cascada más que pozo,
telúrico placer más que arenisca detenida,
empápate del mar que en tus visiones se atraganta
y déjanos cantar en tus pezones como niños.
No sé bien quién serás, dicen que calva, que vidente,
que paz, que última luz, que la pastora de lo eterno,
prefiero ser el sol y que conmigo te desnudes,
así de nuestro amor brotan los hijos del mañana.
Pero no puede ser, dicen que tú no amas a nadie,
que es otra tu misión, que no detienes tu delirio
ni en el beso mejor ni en la más honda marejada
de semen y placer que los marinos te ofrecieran.
Me doy cuenta de que tú no tienes nombre,
que te llamaron muerte por no decirte hermana,
que duele en tu fulgor ser la que temen cuando llega
y la que no puede explicar que la verdad es de otro mundo.
Demente es la piedad si de ti espera que no vengas,
despótico el dolor si cuando llegas todo rompes,
enfática la sal que nos deshace en la ola amarga
del miedo y del dolor de ver caer a tanto amado.
Por eso es que el reloj no se detiene en la alta plaza
ni queda más que el viento entre la ropa que recién tendieron,
se abraza a ese calor que la pobló el segundo previo
y esparce en su trajín tanto sonido abandonado.
Una paloma no se irá mientras los vivos la alimenten,
la muerte ahuecará sus alas negras en la luz de cada tarde.
Nadie vendrá tras su gestión a la cosecha
y en la radio anunciarán que un nuevo dios se adueña
ya de todos los silencios y guadañas de su oído.
http://fuerteyfeliz.bligoo.cl/
27 10 13
La ropa baila en los cordeles de la tarde,
hierven las ollas, aúlla en una radio la cantante pop,
no hay más paciencia en la ciudad que no amo,
¿y qué tanto conversan las palomas al ocaso?
Entrégate, te piden los alcaides de tus ojos,
derrámate, el cantinero de tus aurículas doradas,
enjuágate en el sol que se asoma en las cornisas,
desnúdate en la paz que las esquinas no conocen.
Sólo yo me voy, sabiendo nada de tus trucos,
prestándome a traición para ignorar tus osamentas,
elástico y frugal como la máquina del hielo
que lo dejó caer con un crujir de huesos rotos.
Empéñate otra vez en ser cascada más que pozo,
telúrico placer más que arenisca detenida,
empápate del mar que en tus visiones se atraganta
y déjanos cantar en tus pezones como niños.
No sé bien quién serás, dicen que calva, que vidente,
que paz, que última luz, que la pastora de lo eterno,
prefiero ser el sol y que conmigo te desnudes,
así de nuestro amor brotan los hijos del mañana.
Pero no puede ser, dicen que tú no amas a nadie,
que es otra tu misión, que no detienes tu delirio
ni en el beso mejor ni en la más honda marejada
de semen y placer que los marinos te ofrecieran.
Me doy cuenta de que tú no tienes nombre,
que te llamaron muerte por no decirte hermana,
que duele en tu fulgor ser la que temen cuando llega
y la que no puede explicar que la verdad es de otro mundo.
Demente es la piedad si de ti espera que no vengas,
despótico el dolor si cuando llegas todo rompes,
enfática la sal que nos deshace en la ola amarga
del miedo y del dolor de ver caer a tanto amado.
Por eso es que el reloj no se detiene en la alta plaza
ni queda más que el viento entre la ropa que recién tendieron,
se abraza a ese calor que la pobló el segundo previo
y esparce en su trajín tanto sonido abandonado.
Una paloma no se irá mientras los vivos la alimenten,
la muerte ahuecará sus alas negras en la luz de cada tarde.
Nadie vendrá tras su gestión a la cosecha
y en la radio anunciarán que un nuevo dios se adueña
ya de todos los silencios y guadañas de su oído.
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