Sin ti

Soñar, ¿Para qué?
Si no se conmueven mis latidos,
si la sombra en mis ojos ya no huye
si el mar reclama las arenas con el ruido de mis alas
soñándome, matándome,
¡en cada segundo de mi suerte!

Por qué atreverme a sonreír
si la mirada es perdida en tu silencio,
si en la cumbre mi dolor es muerto apenas
con el ramaje oculto de las albas…

¿Por qué?¿Por qué?

¿Por qué ya está todo contestado antes del viento,
antes de tu ausencia?

De pensarte en la ebullición de mi canto
no diera una flor más la Primavera,
no diera más el alba su claridad ó su Misterio

¿Para qué vienes, sombra evanescente
a dormitar en mis palabras, en mi llanto?

¿Porqué no muero habiéndote llorado la mañana de mis labios
ó el anochecer de mis destellos,
por qué no cierra mi boca mis palabras,
y las transforma en un silencio cejijunto,
para esperar la
muerte?

La lluvia no contesta el dúctil tálamo del sueño,
la marea es honesta a mi llamado
y en sombras, mi silencio se ha trocado
con la suave, vespertina placidez de las estrellas.

Sin mi marmórea pena, me parezco siempre a aves
que dan en su volar
nítida
esperanza

desoyendo las alturas, clavan su pico en la deidad del viento
y surten en su ruina la única mañana de mi intento.

Parece no ser cierto.
Pero es más ahora que un tormento.
Esperar la noche, sin espera.

Mover el vuelo de mis alas, sin tus labios.

Sin imaginarte siquiera en mi presencia.

No mueren las horas, y ya no tengo ni melancolía.

Ni el sorbo amargo de una hiel que me transforme, ó nazca de mi centro.

Tan sólo es el silencio y la esperanza.

Una esperanza ciega, oscura, que remuerde mi conciencia.

Tal vez sólo fue un sueño. Tal vez sólo me baste despertar.

Tal vez solo soy una barca que nunca zarpará.



Condenada, oscura, la sombra de mi corazón, estalla.

Ya sin el estoque de la soledad, ya sin mi alma.

¿Porqué
tanta vida
dentro de mis ojos
si no convoca al menos tu tersura, al menos tu voz, ó tu llanto
al menos la luz que emana de tu centro,
como una altiva desnudez, ya no corpórea?

Es el duelo de mi vida.

Es el trozo infame de mi letargo sonoroso sin el alba,
sin tu claridad.

Mi cuerpo transparente acomoda mis silencios en una única
palabra soñadora.

El desvelo no deslucirá ya nunca más mis ojos.

El tenue canto de gorriones no será más mi consigna.

Y su alegría habrá
perpetuado
mi misterio.