Escucho y veo tu lenguaje de agonía,
lo que tienes para decirme no es de fantasía,
Ó sólo fantasía no lo es, tu forma enclaustra la mía
y anochece la sombra de tu boca en un ápice flagrante
de una noche que es la luz en un instante,
y adormece con su danza, la memoria y tu alegría...
Escucho y nace de tu vïentre, el sol de tu medida
y siento la fruta de tu Vida, irradiando luna pálida...
Anochece y tu suspiro, provoca endeble llänto
y resguarda lenta bruma, cadencia de los mares en la espuma...
Y pregunta a su marëa, la huella, el tenor de tu quebranto
adosándose a mi piel, la huella trunca, como un oscuro puma
que se abalanza en noche sempiterna, y en tu seno
refrena la palabra que la jungla abre en bahías
la semántica del hielo, que en la orilla abre lejanías
y se herrumbra, la juventud del llano en la palabra: cieno.
Soy una paloma en tu vüelo, un ágata imprecisa
que el llanto del desnudo a tu océano la brisa
esconde en tu mirada el cielo, la nube enamorada,
de aquél que hube de encillarme, a la pradera
de tu oscura y lenta Primavera
jugando a tu perfume transcurrido, ya besada
en el trunco ärdor que separa la tinïebla
de tu mano, que solícita se pierde hacia mi nïebla...
Öndeando sobre el lecho que separa tu simiente de tu boca
äzora en lenta huida la paloma que zozobra en tu mitad,
y a la serpiente de tu llano llama libertad
ala mística serena de tu manto nos provoca
leve alusión de jolgorio en la tarëa
de virar en el oceánico desvelo de tu téa,
donde agravia en el sudor y performa el arrebato
el solícito llanero que consume tu alegato...
Dïurna, biselada, así, hacia la noche no dispara
hacia el ébano la tecla de la sal en la guitarra
donde el vïentre de las aves a las aves igualara
decidiendo de su ardid su penumbra, su amarra...
Lentas flores dejan su oropel desïerto
en los mares sempiternos de la gracia transcurrida
y se afirman en el velo de tu cintura huida
hacia el clamor de mis anhelos, tu jirón, tu acierto...
En noche acantilada, bajo espuma lacerante
la miel de mi doncella es llanura penetrante,
y su fragua es lejanía, y su bóveda despierta
látigo al desvelo, y desvelo en ascua cïerta
sobre el timbal del otoño ó jacarandá desmedido
ïmplora sü celeste y cándido celado
de un horizonte enamorado
y la pasión que, al descuido, fue regazo en el olvido...
Mullida pïerna donde mi cabeza fue al encuentro,
pasïva de mi sien, tu desnudo fue a mi cëntro...
lo que tienes para decirme no es de fantasía,
Ó sólo fantasía no lo es, tu forma enclaustra la mía
y anochece la sombra de tu boca en un ápice flagrante
de una noche que es la luz en un instante,
y adormece con su danza, la memoria y tu alegría...
Escucho y nace de tu vïentre, el sol de tu medida
y siento la fruta de tu Vida, irradiando luna pálida...
Anochece y tu suspiro, provoca endeble llänto
y resguarda lenta bruma, cadencia de los mares en la espuma...
Y pregunta a su marëa, la huella, el tenor de tu quebranto
adosándose a mi piel, la huella trunca, como un oscuro puma
que se abalanza en noche sempiterna, y en tu seno
refrena la palabra que la jungla abre en bahías
la semántica del hielo, que en la orilla abre lejanías
y se herrumbra, la juventud del llano en la palabra: cieno.
Soy una paloma en tu vüelo, un ágata imprecisa
que el llanto del desnudo a tu océano la brisa
esconde en tu mirada el cielo, la nube enamorada,
de aquél que hube de encillarme, a la pradera
de tu oscura y lenta Primavera
jugando a tu perfume transcurrido, ya besada
en el trunco ärdor que separa la tinïebla
de tu mano, que solícita se pierde hacia mi nïebla...
Öndeando sobre el lecho que separa tu simiente de tu boca
äzora en lenta huida la paloma que zozobra en tu mitad,
y a la serpiente de tu llano llama libertad
ala mística serena de tu manto nos provoca
leve alusión de jolgorio en la tarëa
de virar en el oceánico desvelo de tu téa,
donde agravia en el sudor y performa el arrebato
el solícito llanero que consume tu alegato...
Dïurna, biselada, así, hacia la noche no dispara
hacia el ébano la tecla de la sal en la guitarra
donde el vïentre de las aves a las aves igualara
decidiendo de su ardid su penumbra, su amarra...
Lentas flores dejan su oropel desïerto
en los mares sempiternos de la gracia transcurrida
y se afirman en el velo de tu cintura huida
hacia el clamor de mis anhelos, tu jirón, tu acierto...
En noche acantilada, bajo espuma lacerante
la miel de mi doncella es llanura penetrante,
y su fragua es lejanía, y su bóveda despierta
látigo al desvelo, y desvelo en ascua cïerta
sobre el timbal del otoño ó jacarandá desmedido
ïmplora sü celeste y cándido celado
de un horizonte enamorado
y la pasión que, al descuido, fue regazo en el olvido...
Mullida pïerna donde mi cabeza fue al encuentro,
pasïva de mi sien, tu desnudo fue a mi cëntro...
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