Desiderata

Desiderata

Ya no sirvo para esto, ya no sirvo
para mirar las tardes con remota lejanía,
en cada ocaso la ternura me sorprende
y espío entre las nubes para hallar rumbo a tu surco.
Ya no sirvo para errar entre tumultos,
no busco el escalón que lleva al oro,
calma prefiero, aquel silencio de los niños
que sin querer descubren que cada flor se vuelve un fruto.
Quiero cantar de la esperanza que me alienta,
pese al silencio y al error que cometimos,
pese a la falsa vanidad de dos orgullos
y al traje de dolor bajo el que el frío me congela.
Mil veces me equivoco todavía,
pero no dejo de querer morir contigo,
no dejo de esperar el entrevisto paraíso
que ni serpientes ni manzanas arrebatan de tu beso.
No sirvo para hablar, he mancillado mil palabras,
si el cielo fuese voz, te lo aseguro en él yo canto,
confío en las estrellas que han de hacer que el mago mundo
vuelva a reír porque las miras cada noche en tu silencio.
No soy eterno y sé que mis arrugas no me enseñan,
que mis dos puños no alimentan sino un hueco al que no asirme,
pero es tan terca mi oración que por seguirme me incorpora
y a tu balcón me empuja en vendaval que agita tu alma.
No quiero envejecer más que la piedra que ya rueda
ni más que el mar azul de labios, de algas y de frío sueño,
quiero labrar la tierra que encontramos,
quiero sembrar el árbol prometido
y a su sombra caer, pero abrazado de tus besos
y en su raíz por fin hallar otra razón
a mi alegría y al amor que nunca, nunca hemos perdido.

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08 03 13