Los pensamientos y sentimientos correspondientes a ese dolor emocional pueden llegar a ser profundamente negativos y destructivos.
Es increíble todo el dolor que se puede desencadenar, de un momento a otro, transformando a veces a un ser aparentemente pacífico en un monstruo maligno y destructivo, un verdadero demonio; realmente un volcán en erupción…
Esto nos explica como en ciertas situaciones hasta el inocente lloriqueo o un berrinche de un niño puede desatar en el padre/madre ese torrente de furia capaz del maltrato con producción de lesiones y en ocasiones hasta la muerte del niño. En otros son causa de accidentes o enfermedades; en algunos seres llevan al suicidio, tal su carga negativa. Y hasta, en algunos casos da lugar a homicidios colectivos, seres totalmente descontrolados que ganan la calle con un arma y que matan indiscriminademente a todo el que se ponga delante.
Si bien muchas veces nos hemos conmocionado ante una persona que creíamos conocer y que de pronto se torna profundamente desagradable en un ataque de rabia incontrolable convengamos que es más importante observarlo en nosotros mismos que es, en definitiva, la interioridad que nos es más fácil modificar. Si todos acometiéramos esa tarea el mundo se transformaría en un lugar más digno de ser vivido. Estemos atentos ante cualquier síntoma que nos indique que ese cuerpo del dolor despierta de su estado latente: irritación, depresión, cólera, humor sombrío, impaciencia, deseos de venganza. Cómo cualquier entidad sólo quiere sobrevivir y esto lo logra cuando tú te identificas con él, alimentándose de cualquier experiencia que resuene con su propio tipo de energía; mientras que la energía positiva, la alegría, al ser opuesta, lo disuelve (es luz que es la contracara de la oscuridad).
Una vez que que el dolor te ha dominado te vuelves un adicto a él, profundiza tu condición de víctima o de victimario, resultándote cada vez más difícil salir del círculo vicioso del sufrimiento.
Este cuerpo del dolor es la sombra oscura que proyecta tu Ego, que tiene temor a la luz de tu conciencia. Es un fantasma, sin vida propia, que si tú lo observas, pasando a ser testigo y observador, la identificación se rompe. Aquí ha aparecido la presencia, un estado de conciencia superior. esta es tu fuerza interior, el poder del Ahora.
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