[b] XIII
¡Oh hombres, escuchad!
Escuchad a éste que ahora os habla;
escuchad la voz de la razón, única
luz que ilumina en el hombre las sombras
de su mente, con la que él habla ahora
al mundo.
Y, a los hombres que todavía piensan
por sí mismos, predica el Nuevo Orden
a implantar en un próximo futuro.
-Habla pues, tú, cualquiera que seas, y expón la buena
nueva. Te escuchamos- -dijo un oyente-
Como bien dices tú,
un cualquiera soy efectivamente,
ni profeta ni vidente;
de los que tanto abundan por el mundo,
y muchos menos soy un iluminado,
éstos, ya más escasos y pasados
de moda.
Tampoco hay que ser ningún personaje
excepcional, pues para llevar a cabo
la misión que me propongo…
podría servir cualquiera.
Basta sentarse en un ripio y contemplar;
contemplar el mundo que pasa por tu
lado, sin que él advierta siquiera tu
presencia.
Aquel que esto haga comprobará
que al igual que el atleta lleva en el dorso
las siglas de la casa que le patrocina,
así lleva el mundo los signos de la
nueva era que ha de venir.
Signos de incertidumbre y miedo; pero
también de esperanza. ¡Ay! Si supiéramos
hacer bien las cosas… Quizá, pudiésemos
todavía invertir el proceso.
Sí, invertir este proceso que ahora nos
arrastra peligrosamente hacia
nuestra total aniquilación.
Por eso, creo que merece la pena
lanzar a los hombres una llamada
de advertencia; un grito que despierte
sus conciencias dormidas y les inste
a rectificar.
Este y no otro es el propósito del
mensaje, y con este fin os hablamos
nosotros ahora.
Ayer nos pedisteis que hablásemos de
la libertad, entre otras cosas de su
misma importancia. Oíd pues mi opinión:
¡Oh hermanos míos!
Aquellos que vivimos en los pueblos
y naciones que hoy se llaman “libres”
¿Qué estamos haciendo con la libertad…?
Acaso, a esa beldad hermosa y pura
¿No la hemos convertido en vil ramera…?
Sí, hermanos míos. Hoy la libertad es
una pantomima, un concepto abstracto
que cada uno interpreta a su manera.
Por eso, yo os digo:
Si la libertad del los otros ha de
condicionar la vuestra… preferible
en tal caso que ni ellos ni vosotros
la tengáis.
No obstante, el problema no estriba en la
libertad en sí, sino en que los hombres
no están preparados para vivir en
ella todavía.
Hay quienes la prefieren ataviada
con el gorro frigio, y quienes la pintan
con la máscara de carnaval.
Continuará...
¡Oh hombres, escuchad!
Escuchad a éste que ahora os habla;
escuchad la voz de la razón, única
luz que ilumina en el hombre las sombras
de su mente, con la que él habla ahora
al mundo.
Y, a los hombres que todavía piensan
por sí mismos, predica el Nuevo Orden
a implantar en un próximo futuro.
-Habla pues, tú, cualquiera que seas, y expón la buena
nueva. Te escuchamos- -dijo un oyente-
Como bien dices tú,
un cualquiera soy efectivamente,
ni profeta ni vidente;
de los que tanto abundan por el mundo,
y muchos menos soy un iluminado,
éstos, ya más escasos y pasados
de moda.
Tampoco hay que ser ningún personaje
excepcional, pues para llevar a cabo
la misión que me propongo…
podría servir cualquiera.
Basta sentarse en un ripio y contemplar;
contemplar el mundo que pasa por tu
lado, sin que él advierta siquiera tu
presencia.
Aquel que esto haga comprobará
que al igual que el atleta lleva en el dorso
las siglas de la casa que le patrocina,
así lleva el mundo los signos de la
nueva era que ha de venir.
Signos de incertidumbre y miedo; pero
también de esperanza. ¡Ay! Si supiéramos
hacer bien las cosas… Quizá, pudiésemos
todavía invertir el proceso.
Sí, invertir este proceso que ahora nos
arrastra peligrosamente hacia
nuestra total aniquilación.
Por eso, creo que merece la pena
lanzar a los hombres una llamada
de advertencia; un grito que despierte
sus conciencias dormidas y les inste
a rectificar.
Este y no otro es el propósito del
mensaje, y con este fin os hablamos
nosotros ahora.
Ayer nos pedisteis que hablásemos de
la libertad, entre otras cosas de su
misma importancia. Oíd pues mi opinión:
¡Oh hermanos míos!
Aquellos que vivimos en los pueblos
y naciones que hoy se llaman “libres”
¿Qué estamos haciendo con la libertad…?
Acaso, a esa beldad hermosa y pura
¿No la hemos convertido en vil ramera…?
Sí, hermanos míos. Hoy la libertad es
una pantomima, un concepto abstracto
que cada uno interpreta a su manera.
Por eso, yo os digo:
Si la libertad del los otros ha de
condicionar la vuestra… preferible
en tal caso que ni ellos ni vosotros
la tengáis.
No obstante, el problema no estriba en la
libertad en sí, sino en que los hombres
no están preparados para vivir en
ella todavía.
Hay quienes la prefieren ataviada
con el gorro frigio, y quienes la pintan
con la máscara de carnaval.
Continuará...
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