A mis amigos...
Vuelo en la boca que sostiene mi garbo,
de azucena; la paz de tu sendero nunca es orilla,
y a perder el rastro de tu sien, de buganvilla
exaspero el mal, que arropa consistente sorbo,
del pretil que adelgaza la función en otra espera:
lontananza aquieta, verdor, que aun forastera,
estoica milla de tu bien, intrépida se queda,
en otro llanto, otro furor do aclara mi rueda...
Vuelo, en tu boca, que desliza, nómade heraldo
de tu bien y tu cornisa: álveo, pétreo clamor,
sordo, cual bitácora y entrega clara del amor
do buscas y enciendes bellezas, cautiva de su gualdo
tropel que afana la proeza que legitima
su arduo resplandor, -quema el silencio- y la boca prohíbe
tu cántaro que bruma espera, y naufraga y estima,
por doquier, la única bandera, del soplo que te exhibe
Anegado, en este mausoleo de vida, la sombra aun despierta,
en égloga acicalada de tortuosa quimera: vituperando la fragua
de estima descubierta en arancel templado de la lima, ambigua
imagen pretérita y solemne do aclara mi silencio vespertino,
albor pausado y placentino, de bocas iracundas y en llamado
de rostros perennes que no han muerto; so faustos reclinan,
si tropel besado hasta el encierro acometido del ángel de la pluma:
intensa calma vacía hasta la espuma, busca del labriego...
Engaza en mi camino el áncora versátil domadora del silencio,
y los rubíes, -ventajosa clámide del sordo palpitar-
encierra el osco tremar de la rüeda, en épico desmedro,
jubiloso en la tarëa de nacer del centro hacia otras partes,
donde declina mi pasado, en principio anegador de la fragancia
-urdida, pues- si sigilosa marea, despide de la flor,
nevado ángel de boca tan aleve, cual comando de Siniestra,
enciende en su tinaja, con pretérita respuesta, aun dormida...
Busca el faisán, el solo campeador de mi arrebato
doliente campo de troqueles envelados de fracaso,
y temor, hendido hasta la fuga: del silencio del ocaso,
hasta la siembra, de tu cosecha al horizonte Plata
del tenaz baluarte que desquita el solo ciego,
húmedo principio de la Rosa, -cadencioso fulgor-
que repara el omnisciente del abrazo,
en fuego cedazo hasta omitir, del campo la esmeralda...
Amigos: cantare mi voz, sin elocuencia,
no el sol de mi reclamo es apariencia...
Vuelo en la boca que sostiene mi garbo,
de azucena; la paz de tu sendero nunca es orilla,
y a perder el rastro de tu sien, de buganvilla
exaspero el mal, que arropa consistente sorbo,
del pretil que adelgaza la función en otra espera:
lontananza aquieta, verdor, que aun forastera,
estoica milla de tu bien, intrépida se queda,
en otro llanto, otro furor do aclara mi rueda...
Vuelo, en tu boca, que desliza, nómade heraldo
de tu bien y tu cornisa: álveo, pétreo clamor,
sordo, cual bitácora y entrega clara del amor
do buscas y enciendes bellezas, cautiva de su gualdo
tropel que afana la proeza que legitima
su arduo resplandor, -quema el silencio- y la boca prohíbe
tu cántaro que bruma espera, y naufraga y estima,
por doquier, la única bandera, del soplo que te exhibe
Anegado, en este mausoleo de vida, la sombra aun despierta,
en égloga acicalada de tortuosa quimera: vituperando la fragua
de estima descubierta en arancel templado de la lima, ambigua
imagen pretérita y solemne do aclara mi silencio vespertino,
albor pausado y placentino, de bocas iracundas y en llamado
de rostros perennes que no han muerto; so faustos reclinan,
si tropel besado hasta el encierro acometido del ángel de la pluma:
intensa calma vacía hasta la espuma, busca del labriego...
Engaza en mi camino el áncora versátil domadora del silencio,
y los rubíes, -ventajosa clámide del sordo palpitar-
encierra el osco tremar de la rüeda, en épico desmedro,
jubiloso en la tarëa de nacer del centro hacia otras partes,
donde declina mi pasado, en principio anegador de la fragancia
-urdida, pues- si sigilosa marea, despide de la flor,
nevado ángel de boca tan aleve, cual comando de Siniestra,
enciende en su tinaja, con pretérita respuesta, aun dormida...
Busca el faisán, el solo campeador de mi arrebato
doliente campo de troqueles envelados de fracaso,
y temor, hendido hasta la fuga: del silencio del ocaso,
hasta la siembra, de tu cosecha al horizonte Plata
del tenaz baluarte que desquita el solo ciego,
húmedo principio de la Rosa, -cadencioso fulgor-
que repara el omnisciente del abrazo,
en fuego cedazo hasta omitir, del campo la esmeralda...
Amigos: cantare mi voz, sin elocuencia,
no el sol de mi reclamo es apariencia...
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