Verde esperanza
Gracias a Dios por los árboles
que nos puso en el camino,
no como cruz ni destino,
sí como ejemplo admirable.
Qué hay más recto sin ser sable,
que hay más noble sin ser lujo,
qué encantos sin ser un brujo,
qué sabio sin mayor viaje,
qué universo de más traje
que el árbol sin un tapujo.
Canto a la recta araucaria
y a su sagrado piñón,
al aroma del limón
y a la higuera milenaria.
Al álamo y su plegaria,
recta y verde rumbo al cielo,
al roble firme en el suelo
y al sauce que besa el río
y al aromo y su gentío
de dorada flor en vuelo.
Ellos nos dieron la cuna,
también serán ataúd,
pero antes fueron laúd
en cada noche de luna.
Fueron del arca fortuna,
la forjan con su madero
y por su amor verdadero
en un monte fueron cruz,
sostuvieron a Jesús,
el hijo del carpintero.
Hoy día el árbol es leña,
madera para la silla,
de la mesa maravilla
y en el libro flor que sueña.
Claro que poco se empeña
por cuidarlo el ser humano,
le quita tierra y verano,
lo tala y le saca el fruto,
no comprende en su estatuto
que en su savia hay un hermano.
Por eso es que yo agradezco
y me ofrezco a su cuidado,
al respeto, al delicado
saber que sin él no crezco.
Con su humildad yo florezco,
con su semilla fecunda,
repártela si en ti abunda
por este hermano el amor
y en mil surcos de verdor
su lección brote profunda.
30 03 12
Gracias a Dios por los árboles
que nos puso en el camino,
no como cruz ni destino,
sí como ejemplo admirable.
Qué hay más recto sin ser sable,
que hay más noble sin ser lujo,
qué encantos sin ser un brujo,
qué sabio sin mayor viaje,
qué universo de más traje
que el árbol sin un tapujo.
Canto a la recta araucaria
y a su sagrado piñón,
al aroma del limón
y a la higuera milenaria.
Al álamo y su plegaria,
recta y verde rumbo al cielo,
al roble firme en el suelo
y al sauce que besa el río
y al aromo y su gentío
de dorada flor en vuelo.
Ellos nos dieron la cuna,
también serán ataúd,
pero antes fueron laúd
en cada noche de luna.
Fueron del arca fortuna,
la forjan con su madero
y por su amor verdadero
en un monte fueron cruz,
sostuvieron a Jesús,
el hijo del carpintero.
Hoy día el árbol es leña,
madera para la silla,
de la mesa maravilla
y en el libro flor que sueña.
Claro que poco se empeña
por cuidarlo el ser humano,
le quita tierra y verano,
lo tala y le saca el fruto,
no comprende en su estatuto
que en su savia hay un hermano.
Por eso es que yo agradezco
y me ofrezco a su cuidado,
al respeto, al delicado
saber que sin él no crezco.
Con su humildad yo florezco,
con su semilla fecunda,
repártela si en ti abunda
por este hermano el amor
y en mil surcos de verdor
su lección brote profunda.
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