Dueto
I
Con las manos del alma yo levanto
la magia de la luz que tú destilas,
con palabras convertidas en canto,
con sueños, con dulzores me encandilas.
La poesía emana de unos versos
prendidos de bellezas subjetivas,
de flores, de pasiones y de besos
ternuras que despiertan y están vivas.
Eso somos y damos, libres, duros,
eternos de humedad y retahílas,
errantes del amor y sus apuros.
Nos une la estación en que vacilas,
yo tiemblo, nos sostienen los conjuros
y lejos de un amante las pupilas.
II
Cómo empezó, cómo nació la rosa
que juntos del jardín arrebatamos,
diría que soñando la encontramos
o fue tras esa espina dolorosa.
Mas nunca existirá la mariposa,
aquella que de lejos admiramos,
no se posó jamás en nuestras manos
su ternura infinita y primorosa.
Empezó con un vuelo sin destino
aquel sueño de espinas, sin amores,
la rosa se quedó por el camino.
La mariposa sigue con sus flores,
el jardín cual hermoso pergamino
se disfraza de luces y colores.
III
Y amanece de nuevo, con la calma
otra vez nacerá la primavera,
y otra rosa, puede que la primera
nos deje cien suspiros en el alma.
Y amanece, es así, siempre se empalma
la vida con la vida donde quiera
es lo que hacen los cantos en la espera
de esa flor que tu dolor ensalma.
Y así los días rectos cual la palma
alcanzan de este cielo la escalera
que al mudo y al desnudo brindan talma.
Vayamos, pues, hermanos a su acera,
los versos son la ruta y son la jalma
con quienes vuelve el hombre a su quimera.
04 12 11
I
Con las manos del alma yo levanto
la magia de la luz que tú destilas,
con palabras convertidas en canto,
con sueños, con dulzores me encandilas.
La poesía emana de unos versos
prendidos de bellezas subjetivas,
de flores, de pasiones y de besos
ternuras que despiertan y están vivas.
Eso somos y damos, libres, duros,
eternos de humedad y retahílas,
errantes del amor y sus apuros.
Nos une la estación en que vacilas,
yo tiemblo, nos sostienen los conjuros
y lejos de un amante las pupilas.
II
Cómo empezó, cómo nació la rosa
que juntos del jardín arrebatamos,
diría que soñando la encontramos
o fue tras esa espina dolorosa.
Mas nunca existirá la mariposa,
aquella que de lejos admiramos,
no se posó jamás en nuestras manos
su ternura infinita y primorosa.
Empezó con un vuelo sin destino
aquel sueño de espinas, sin amores,
la rosa se quedó por el camino.
La mariposa sigue con sus flores,
el jardín cual hermoso pergamino
se disfraza de luces y colores.
III
Y amanece de nuevo, con la calma
otra vez nacerá la primavera,
y otra rosa, puede que la primera
nos deje cien suspiros en el alma.
Y amanece, es así, siempre se empalma
la vida con la vida donde quiera
es lo que hacen los cantos en la espera
de esa flor que tu dolor ensalma.
Y así los días rectos cual la palma
alcanzan de este cielo la escalera
que al mudo y al desnudo brindan talma.
Vayamos, pues, hermanos a su acera,
los versos son la ruta y son la jalma
con quienes vuelve el hombre a su quimera.
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