Érase un punto en la esquina de un verso,
que al cielo clamaba su descontento
por el papel que se le asignó.
“¡Ay, mi Dios! Aquí no pinto nada.
La gloria es de las palabras
y a mi me toca ser un perdedor…”
Y una flor, que atenta lo escuchaba,
muy dulcemente le respondió:
“Tú eres, corazón, su respiro y su pausa;
eres su fin y también su prolongación.
Sin ti, andarían desordenadas
y por eso te fue encomendada la misión”.
Así, hay también seres en el mundo
que son como pequeños grandes puntos,
aunque no todos sean conscientes
de la trascendencia de su labor.
La vanagloria se la lleva el viento,
pero a ellos los sostiene el Creador.
¡Yo soy el respiro de las palabras,
soy su pausa, su fin y prolongación!
G.S.A.
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