El mar de Chile se levanta
Tiene mi patria una cinta transparente
de mar y mar azul y espuma loca y loca,
que corre, que salpica, que humedece el infinito
desde Arica, desde el morro a las regiones congeladas.
Se llama mar, así le dicen en el mundo entero
y en todas partes responde con su cola de agua al ser nombrado.
Y se llama mar, pero también se llama Chile,
carbón, sulfato, vicuña de los valles,
racimo negro, pijama del salitre,
bosque rural, corceles citadinos
y nieve, nieve, nieve de otra cordillera
que sumerge en los peces el silencio móvil de sus montes.
Mar chileno me llamo, dice con azul orgullo,
con maremotos, con llovizna, con mil oscuros dictadores
y con el pan del mar, fresco en las redes de la orilla.
Yo di origen a esta tierra en la era vieja de los cataclismos,
llegaba hasta los cerros de la nívea cordillera,
lavaba cada día los naranjos, los metales,
la semilla del trigo, la pobreza de los pobres
y luego sólo dejé mis anchos ríos para el canto,
para los riegos, para que el pájaro abrevara junto
al par de jóvenes que en sus aguas se desnudan.
Un día un hombre llegó, centauro de metal y barba,
hasta entonces los bosques conocían la alegría,
regalaban sus frutos, charlaban dulces con el cielo
y los hijos de la tierra palpitaban tiernamente
como una más de las bellezas que el silencio repartía.
Yo contemplaba con cordial distancia,
lavaba mis camisas de coral y mi mantel fosforescente,
pero de pronto un grito alejó a cien mil gaviotas,
un galope de muerte partió en dos la manzana
y un hilo de agria sangre manchó las algas de la playa.
Me llamo mar, grité sin ser oído,
y el español fundó otro territorio en mis raíces
y el indio lo fundó en un cielo hasta entonces ignorado,
quinientos años se alargó la huasca del sometimiento.
De indio a criollo, de criollo a campesino,
de campesino a proletario fue pasando la inclemencia
y aun hoy entre el velero de la fiesta fatua
y el pobre bote pescador arrebatado por la muerte
me hallo aquí reconociendo la injusticia y yacen
en mi los muertos del desastre humano.
Me llamo mar, repito y quiero cambios,
hasta el palacio de Santiago debe oírme
hasta el congreso de mi puerto y de mi amor, Valparaíso.
No quiero rostros tristes, no quiero hambre,
por mis bodegas corre el trigo con escamas,
un pueblo de algas dadivosas y risueñas
un ejército de conchas con un manjar bajo el escudo,
famoso soy por mis oleajes torrenciales,
por mi cinturas ambivalente entre el amor de tierra y agua
y quiero paz, yo la prodigo, yo la exhibo
en cada atardecer con las lecturas del ocaso.
Chile es mi amor, yo apenas su preciada caracola,
Chile es el mar, a navegarlo hasta llegar a su alegría.
08 07 12
Tiene mi patria una cinta transparente
de mar y mar azul y espuma loca y loca,
que corre, que salpica, que humedece el infinito
desde Arica, desde el morro a las regiones congeladas.
Se llama mar, así le dicen en el mundo entero
y en todas partes responde con su cola de agua al ser nombrado.
Y se llama mar, pero también se llama Chile,
carbón, sulfato, vicuña de los valles,
racimo negro, pijama del salitre,
bosque rural, corceles citadinos
y nieve, nieve, nieve de otra cordillera
que sumerge en los peces el silencio móvil de sus montes.
Mar chileno me llamo, dice con azul orgullo,
con maremotos, con llovizna, con mil oscuros dictadores
y con el pan del mar, fresco en las redes de la orilla.
Yo di origen a esta tierra en la era vieja de los cataclismos,
llegaba hasta los cerros de la nívea cordillera,
lavaba cada día los naranjos, los metales,
la semilla del trigo, la pobreza de los pobres
y luego sólo dejé mis anchos ríos para el canto,
para los riegos, para que el pájaro abrevara junto
al par de jóvenes que en sus aguas se desnudan.
Un día un hombre llegó, centauro de metal y barba,
hasta entonces los bosques conocían la alegría,
regalaban sus frutos, charlaban dulces con el cielo
y los hijos de la tierra palpitaban tiernamente
como una más de las bellezas que el silencio repartía.
Yo contemplaba con cordial distancia,
lavaba mis camisas de coral y mi mantel fosforescente,
pero de pronto un grito alejó a cien mil gaviotas,
un galope de muerte partió en dos la manzana
y un hilo de agria sangre manchó las algas de la playa.
Me llamo mar, grité sin ser oído,
y el español fundó otro territorio en mis raíces
y el indio lo fundó en un cielo hasta entonces ignorado,
quinientos años se alargó la huasca del sometimiento.
De indio a criollo, de criollo a campesino,
de campesino a proletario fue pasando la inclemencia
y aun hoy entre el velero de la fiesta fatua
y el pobre bote pescador arrebatado por la muerte
me hallo aquí reconociendo la injusticia y yacen
en mi los muertos del desastre humano.
Me llamo mar, repito y quiero cambios,
hasta el palacio de Santiago debe oírme
hasta el congreso de mi puerto y de mi amor, Valparaíso.
No quiero rostros tristes, no quiero hambre,
por mis bodegas corre el trigo con escamas,
un pueblo de algas dadivosas y risueñas
un ejército de conchas con un manjar bajo el escudo,
famoso soy por mis oleajes torrenciales,
por mi cinturas ambivalente entre el amor de tierra y agua
y quiero paz, yo la prodigo, yo la exhibo
en cada atardecer con las lecturas del ocaso.
Chile es mi amor, yo apenas su preciada caracola,
Chile es el mar, a navegarlo hasta llegar a su alegría.
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