El sueño se apodera de mis pupilas,
el silencio apacigua mi alma,
solo mi nostalgia pedida
sin una voz de consuelo ni esperanza,
Que nos señala el surgir de un nuevo día
y la esperanza de un mejor mañana
nos brinde la tierra sus entrañas
como la madre misma, con fe y esperanza.
La virtud de los años que pasan
y acusan de loca confianza,
nos llena de alegría, optimismo y templanza.
Como el pescador con destreza lanza
al río su atarraya, al sacarla sin nada
se atormenta, al volver a su bohío, enloquece,
no hay nada pa·los hijos,
solo lo acompaña un lucero
que alumbra el largo recorrido.
A Pesar de las mañanas frías
le enfrían toda el alma,
el revolotear de las libélulas
desplieguen los mirtos sus olores,
siguen sus pasos los clamores
que devuelven a mi toda confianza,
llevándole a los hijos, algo de esperanzas
que les permita un mejor mañana
y disfruten de la paz tan anhelada
con la fuerza misma de toda familia
y que el mundo nos de con sus ojos,
la mirada.
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