Una mujer recorre
una casa que, de pronto,
se tornó fría y solitaria…
Sus ambientes todavía
guardan olor a flores
de cementerio…
Como figura fantasmal vaga,
a la deriva, por ella, desolada…
Mientras se plantea, en su dolor,
que quizás ella
esté más muerta
que el que se fue….
Hasta, por momentos,
se recrimina ese rencor
sordo que emerge
ante la memoria del difunto,
culpable de haberse muerto,
de haberla abandonado
a ese dolor sordo
que taladra su entraña…
Todo lo suyo le provoca llanto…
La vista de sus pantuflas…
El recuerdo de su imagen,
del olor de su piel,
las cosas que no le dijo…
Conciente se hizo de su muerte
al despertar en esa cama
inmensa y palpó el frío lugar
del esposo ausente,
recordando lo helado del postrer beso…
Al comer surgió certidumbre
de estar comiendo con alguien
que ya no existía,
que con tristeza
la observaba desde
espectral y pálida figura…
En todos los rincones había
algo que se lo recordaba…
Su visión la acosaba…
Los crujidos de muebles,
ruidos inocentes,
la llenaban de sobresalto…
Un sueño le parecía vivir…
Anhelaba fuera esto pesadilla…
Un consuelo, entre tanta
pesadumbre, quedaba…
Con aire triunfal
y macabro lo masticaba:
¡Ahora nadie lo podría poseer,
ya no habrían brazos que lo cobijaran
una casa que, de pronto,
se tornó fría y solitaria…
Sus ambientes todavía
guardan olor a flores
de cementerio…
Como figura fantasmal vaga,
a la deriva, por ella, desolada…
Mientras se plantea, en su dolor,
que quizás ella
esté más muerta
que el que se fue….
Hasta, por momentos,
se recrimina ese rencor
sordo que emerge
ante la memoria del difunto,
culpable de haberse muerto,
de haberla abandonado
a ese dolor sordo
que taladra su entraña…
Todo lo suyo le provoca llanto…
La vista de sus pantuflas…
El recuerdo de su imagen,
del olor de su piel,
las cosas que no le dijo…
Conciente se hizo de su muerte
al despertar en esa cama
inmensa y palpó el frío lugar
del esposo ausente,
recordando lo helado del postrer beso…
Al comer surgió certidumbre
de estar comiendo con alguien
que ya no existía,
que con tristeza
la observaba desde
espectral y pálida figura…
En todos los rincones había
algo que se lo recordaba…
Su visión la acosaba…
Los crujidos de muebles,
ruidos inocentes,
la llenaban de sobresalto…
Un sueño le parecía vivir…
Anhelaba fuera esto pesadilla…
Un consuelo, entre tanta
pesadumbre, quedaba…
Con aire triunfal
y macabro lo masticaba:
¡Ahora nadie lo podría poseer,
ya no habrían brazos que lo cobijaran
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